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martes, 3 de abril de 2018

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

24 FEBRERO DE 2018




Nuestra Madre
Hijos míos, vuestra Madre Inmaculada, bajo la advocación de nuestra Señora del Sagrado Corazón, me he hecho presente en este cenáculo formado y dirigido por nuestros sagrados e Inmaculados corazones.
Vengo con el corazón de mi Hijo en la mano para que reparéis con vuestro amor, el amor que le es negado en la mayoría de la humanidad.
En muchos pueblos, nos hemos manifestado. En muchos pueblos nos seguimos manifestando y que pocos son los que escuchan nuestras llamadas, los que siguen nuestras llamadas.
Y los que escuchan, también una mayoría, viven al margen de cumplir todos los mandamientos.
El corazón de mi Hijo agoniza por tanto pecado y tanta maldad como hay en este mundo.
En algunas manifestaciones nuestras, están los lugares llenos y la mayoría viene solamente a pedir favores, no a adherirse a la cruz, ni a pedir perdón por sus pecados, ni a dar gracias. Solo a pedir.
En verdad os digo, hijos míos, que una gran mayoría de los que se llaman míos o de mi Hijo, y de toda la humanidad, viven al margen de Dios, viven a su libre albedrío, cometiendo toda clase de pecados.
Los que creen a su manera cogen lo que les conviene y desechan lo que no les interesa. El pecado de la carne abunda por todo el mundo.
Ya no hay amor en la mayoría de las familias. Otra mayoría se juntan y cuando se cansan tanto el uno como el otro se separan y buscan a otro hombre o a otra mujer.
¡Ay, hijos míos, que dolor! Sólo piensan en ellos mismos y no saben el mal que se están haciendo a ellos mismos.
¡Cuantos abortos¡, ¡cuantas criaturas asesinadas en el vientre de sus madres! Por el placer, hijos míos.
¡Cuántos hombres con hombres y mujeres con mujeres!
El pecado de la homosexualidad, otro pecado grave de la carne, son peores que animales. El mundo se ha convertido en una orgía.
Sólo piensan en pasarlo bien, en disfrutar el momento para tener el infierno eternamente.
La mayoría de las almas consagradas; obispos, cardenales, sacerdotes han perdido la fe.
Otros han puesto un Dios a su conveniencia y a la conveniencia de los fieles.
Para estos sacerdotes, no hay pecado, ni infierno, ni purgatorio. Todas las almas van al cielo. ¡Que gran equivocación!, ¡Que gran equivocación!
El amor escasea en la tierra, la caridad, la fe, la confianza y la esperanza ya apenas existe en esta tierra. 
No hay retroceso y todo lo anunciado se va a dar, hijos míos.
Consolar y reparar el corazón ultrajado, desgarrado y despreciado de mi divino Hijo, vuestro Jesús. ¡Que dolor siente!
El dolor de mi divino Hijo y vuestra Madre es constante porque a cada instante Jesús es crucificado en la cruz por los pecados de esta humanidad perversa.
Sois algunos egoístas. Solo pensáis en vosotros, en las cosas materiales, en que no os falte, en el tener.
Y, ¿qué tuvo, vuestro Jesús?, ¿qué tuvo vuestra Madre?, ¿que tuvo San José?
Lo justo para comer y no con tanta abundancia como tenéis vosotros, ni con tanta variedad.
Y en nuestro hogar solo había una despensa donde ponía los platos, justos los necesarios que necesitábamos para comer, vasos, cubiertos, las ollas necesarias. ¡No más de una!
Una mesa, unas sillas, una tabla para mi divino Hijo, otra para San José y otra para mí. Donde hicimos un colchón, mejor dicho, José hizo un colchón para cada uno, lleno de pajas y ahí dormíamos. Nada más teníamos.
Y a vosotros os sobra más de la mitad de lo que tenéis en vuestros hogares y todavía os quejáis, hijos míos.
Todavía estáis a tiempo, por un corto tiempo, de desprenderos de todas las cosas materiales, de las cosas del mundo y vivir sólo para Jesús y María.
Dentro de un corto tiempo, todo lo que tenéis, nada os servirá.
A los que sigáis conmigo, con mi Hijo, porque la humanidad va a ser marcada con la señal de la bestia y con esa señal se comprará, se cobrará y se venderá.
El dinero no os valdrá para nada. Porque el hombre será, hijos míos, llevado por la bestia Lucifer. Y tendréis que salir de vuestros hogares a un lugar apartado y aislado para poder sobrevivir.
Dar al que verdaderamente lo necesita sin tacañería porque luego os vais a arrepentir. Y ser obedientes a las enseñanzas que os vamos dando.
Y coger nuestras palabras y no seáis hipócritas como la mayoría de mis almas consagradas, que cogen lo que les conviene y lo que no les conviene lo desechan.
¡No seáis vosotros así con nuestras palabras, hijos míos!
Orar y reparar porque en el mundo apenas queda fe ni amor, hijos míos.
El pecado es el que abunda, de toda clase, de todo género y pegaros bien a la cruz que en ella encontraréis vuestra salvación. Y ofrecer todos vuestros sufrimientos para reparar nuestros Sagrados e Inmaculados corazones, por vosotros, vuestros familiares y por la humanidad entera, hijos míos.
A los que nos seguís, mi divino Hijo, os da sus mejores joyas, su corona de espinas, sus llagas, sus clavos y su cruz.
Cuando lleguéis al cielo, si perseveráis, estas joyas serán las más preciadas por la Trinidad, porque así son, porque allí se convierten en las piedras más preciosas y más valiosas que jamás ha habido y habrá en esta tierra.
Ser todos uno. Estar muy unidos y amaros.
Y lo que tengáis que deciros, decíroslo a la cara, no por detrás.
Que por detrás actúa el rey de la iniquidad y de la mentira, hijos míos.
Os bendigo con gracias muy especiales para estos tiempos que os vienen. Para que estas gracias y estas protecciones que están cayendo sobre vosotros os den el valor, la fuerza, la fe y la confianza en todos los momentos más difíciles de la purificación, hijos míos.
Todas estas gracias y protecciones salen del corazón agonizante de Jesús que os ama inmensamente y no se cansa de daros, hijos míos.
El poder de Dios Padre, de mi Divino Hijo y del Paráclito desciende sobre vosotros 
Quedad en la paz y en el amor de todo un Dios. Padre, Hijo y Espíritu Santo, hijos míos.  
MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

20 FEBRERO DE 2018



Jesús
Hijos míos, vuestro Jesús con mi Madre y vuestra, nos hemos hecho presentes este cenáculo formado y dirigido por nuestros sagrados e Inmaculados corazones.
Mira, hija mía, mi rostro, todo lleno de inmundicia, de escupitajos, salivazos, lleno de bofetadas, de golpes, producidos por las bofetadas de los hombres.
Los golpes que recibí en las caídas que tuve desde el mismo momento en el que fui maniatado en Getsemaní.
Mira mis ojos, no los puedo casi abrir.
Hija mía, mucho me hacen los hombres, muchos desprecios, salivazos y golpes recibo en mi rostro.
Pero los golpes más crueles, las bofetadas que más me dueles y los salivazos que más me humillan son de los hombres y mujeres que se llaman míos. Almas consagradas y fieles.
Fijaros, el dolor tan inmenso que recibo cuando soy pisoteado en la sagrada forma, cuando blasfeman. En el poco respeto que tienen a la Eucarística, donde estoy presente verdaderamente en cuerpo, alma y divinidad.
Pues es mayor el dolor que sufre mi divino rostro, en las almas que os llamáis míos, en las almas consagradas que se llaman míos.
¿Cómo se pueden llamar míos?, ¿cómo os podéis llamar míos?, y ¿cómo algunos del grupo os podéis llamar míos si no hacéis lo que Yo os digo?, ¿lo que mi Madre os dice?, ¿lo que el Padre y el Paráclito os dicen?
Si no que actuáis como los fariseos y los hipócritas. Cogiendo lo que os conviene y desechando lo que no os conviene.
Mirar, hijos míos, Yo soy el Alfa y Omega. El principio y el fin. Mi palabra siempre es actual y lo que dije en el tiempo en que estuve entre los hombres en la tierra, lo dije para el tiempo este y el venidero.
Yo no cambio, el que cambia es el hombre y como los hipócritas y fariseos de estos tiempos que son una mayor parte de mis almas consagradas, así también son una gran parte de mis fieles y algunos de vosotros. Porque no creéis en todo lo que os digo.
Yo no cambio, Yo soy y seré siempre el mismo. Mi palabra siempre es actual.
Y, decirme, ¿alguna vez he hablado o dicho cosas contrarias al Evangelio, hijos míos?
Hay que tener mucho cuidado con los falsos profetas.
Pero en verdad, os digo que a estos enseguida se les conoce. Si no es un día es en otro. Porque el final, se descubren como son, hijos míos e hijas mías.
Coger todo lo que os digo por vuestro bien, pues alguna vez tendréis que dar cuenta ante Mí de todo lo que se os ha dado, como a los que di los talentos en la parábola que conté a los apóstoles y demás gente en el Evangelio.
Me tendréis que dar cuenta de todo. Luego no valdrá: ¡ay, Señor!, ¡ay, Señor!
Pues mirar, que os estamos corrigiendo y enseñando. Semana tras semana, cenáculo tras cenáculo. Y es hora de crecer ya en santidad. De ir subiendo peldaños tras peldaños hasta alcanzar la gloria eterna.
Mirar en vuestros corazones a pesar de alguna que no cree todo lo que os digo. El corazón de vuestro Jesús y el corazón de mi Madre y vuestra, en vuestros corazones descansamos. En vuestros corazones sentimos el alivio, el consuelo, el amor que nos es negado de los hombres y sobre todo de los que se llaman míos.
Y mi rostro, todo llagado, desgarrado y desfigurado.
¡Cuánto os amo! No sabéis cuanto, hijos míos. A pesar de que alguna no termina de creer.
Y, me diréis: Si creemos, Señor.
Si creyerais haríais siempre lo que mi Madre y Yo, vuestro Jesús os vamos diciendo. Quiero unión y amor. 
Amor y unión, hijos míos.
¡Que se os note, que se os vea, que sois nuestros hijos, por el amor que os tenéis!
Y ¡cómo os ayudáis en lo necesario, no en vicios!
Os bendigo en esta tarde con grandes gracias, protecciones y bendiciones 

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

10 FEBRERO DE 2018



Nuestra Madre
Hijos míos, os bendigo a todos los presentes en este grupo formado y dirigido por nuestros sagrados e Inmaculados corazones.
Igual que dije a Bernardette os digo a vosotros en esta tarde.
Yo soy la Inmaculada Concepción. La concebida en el vientre de mi madre, Santa Ana, por la gracia de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo.
Sin pecado original. Como muchos sabéis, porque ya os lo he dicho, fui concebida en el vientre de mi madre, Santa Ana. En la Puerta Dorada del templo.
Para ser Hija predilecta de Dios Padre. Esposa de Dios Espíritu Santo y Madre del Verbo, Dios Hijo y Madre vuestra.
Y, ¡qué dolor siente mi inmaculado corazón, al ver que una mayoría de hombres incluso consagrados no reconoce mi virginidad!
Y me creen una mujer normal al igual que no reconocen mi Iglesia, la mayoría, que fui concebida por obra del Espíritu Santo. Por el Padre y por el Hijo y que nací sin el pecado original.
Y, ¡fijaros como está mi Iglesia, vuestra Iglesia! La Iglesia formada por mi divino Hijo que quieren meter en ella otras religiones, llamados por las almas consagradas de altos cargos, cristianos.
Que no me reconocen como Madre, que niegan mi virginidad y que no creen en que nací sin pecado original y sin mancha.
Cuidado, hijos míos, despertad, que estáis dormidos.
Todo ello es para destruir la Iglesia de Cristo. El enemigo se ha metido en ella disfrazado de cordero.
Y, ¡ay, de las que dudáis, que dolores vais a pasar cuando veáis la verdad por no haber creído en lo que os hemos venido diciendo!
Si, hijos míos, en la Iglesia de Cristo. En vuestra Iglesia, en la única y verdadera si pueden entrar porque las puertas están abiertas, pero contritos y arrepentidos.
Dejando sus ideas y partes de sus creencias atrás y acogiendo la de la Iglesia católica y apostólica con todos sus dogmas, con la fe de los antepasados y con la tradición.
El enemigo ha dado un paso gigante y está demoliendo la Iglesia desde dentro.
Sólo los que se conserven fieles a la tradición de vuestros padres, a la tradición de la iglesia podrán sobrevivir a todo este horror que a pasos agigantados se os acercan.
En esta tarde, os doy todas las gracias, bendiciones y protecciones que el dogma de la Inmaculada Concepción trae a los hombres.
Todas ellas están cayendo sobre todos vosotros y vosotras como una lluvia suave que penetra en cada poro de vuestra piel.
El dogma os trae también gracias, protecciones y auxilios para poder llevar y sobrevivir a todo, hijos míos e hijas mías, que vais a vivir.
Honrar a vuestra Madre. Darme la credibilidad y el amor que me es negado en los hombres y en mi Iglesia. 
Tener siempre en vuestros altares la imagen de vuestra Madre, la Inmaculada, la Purísima Concepción para reparar todo el dolor inmenso y todo el daño que me hacen, hijos míos.
Y, despertar de una vez y ver.
Y en mi Iglesia, en vuestra Iglesia, en la Iglesia fundada por mi divino Hijo y regida por el Espíritu Santo no puede haber mujeres diáconos ni diáconos tampoco.
Están preparando el camino a las mujeres para más adelante hacerlas sacerdotes. Retiraros de esos sacerdotes e ir como os he dicho a los sacerdotes santos.
Pedir mucho por las almas consagradas, hijos míos, porque están muy confundidas.
Pedir mucho por el Papa porque también está confundido. Es bueno, pero tiene también mucha confusión, hijos míos.
Pedir por los obispos, cardenales, por todas las almas consagradas desde el más alto cargo al pequeño y conservaros en la tradición y en los sacerdotes santos.
El poder de Dios Padre. El amor de mi divino Hijo y el amor del Paráclito desciende sobre todos vosotros con todas estas bendiciones que os he mencionado y en todos queda la llama de amor de mi Inmaculado corazón.
Quedad en la paz, en el amor del Sagrado corazón de mi divino Hijo.
Vosotros no juzgar y pedir.