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martes, 13 de enero de 2015

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

20 DE DICIEMBRE DE 2014



Rosa
Veo un pueblo pequeño, está oscuro, el cielo azul, azul oscuro.
Digo que es azul oscuro porque está todo estrellado y veo el azul del cielo en la noche.
Las estrellas alumbran tan sumamente fuerte, no como las que estamos acostumbradas a ver.
Veo caminar un burro con la Virgen encima. San José lleva sujeto al burro con la cuerda o soga que le ponen.
A San José le veo tranquilo, lleno de paz pero al mismo tiempo veo que se vuelve hacia la Virgen y le veo angustiado, a pesar de la paz y la tranquilidad que lleva por dentro.
No se cómo expresarlo.
Me hace sentir el dolor que siente por no poder darle a María un lugar calentito y un jergón o colchón, donde María pueda estar y tumbarse a descansar del cansancio de tan largo del viaje, por el empadronamiento.
A la Virgen la veo cansada pero feliz. Posa su mirada en José y la dulzura y el amor de su rostro le tranquiliza.
Van tristes porque en ningún sitio le han dado posada.
Veo una señora que se acerca y le hace señas como para salir del pueblo.
Oigo que le dice que salga del pueblo, encontrará la salida andando un poquito más, una cueva donde se refugian los pastores cuando no pueden volver a sus casas con el rebaño y demás animales.
Hace mucho frío, sopla mucho el viento.
Veo que caen como unos copos de nieve. La Virgen va muy arropadita con la cabeza gacha. Salen del pueblo, San José cambia la cara porque ha visto la cueva, anima a la burrito para que vaya más ligero. San José tiene ganas de llegar para refugiar a María del frío.
Llegan a la cueva. No es una cueva normal, hay cavidades a la derecha y a la izquierda, como si hubiera habitaciones.
San José sigue por la cueva hasta llegar al fondo.
Veo un buey que está al lado de un lugar que hay, como una caja muy grande y con muchas pajas. Llega José a este lugar. La Virgen baja la cabeza y con ello quiere decirle que ese es el sitio.
San José se quita el manto, empieza a sacar paja, que hay mucha del comedero de los animales y la esparrama por el suelo hasta hacer una especie de cama o colchón. San José extiende sobre él su manto. Coge a María, la baja del burro, se arrodillan los dos para dar gracias al Padre, por el lugar que les ha dado para dar cobijo a ella y a su Hijo.
Después de esto, San José sale, va a por pajitas o a por leña, quiere encender un fuego para calentar a la Virgen
La mula se ha puesto al otro lado del buey. Los dos se han tumbado uno a cada lado en el suelo. La Virgen la veo en oración. Veo bajar una multitud de ángeles, dando gloria a Dios que va a nacer, entonan cánticos de gloria, de alegría. Veo que rodean a la Virgen, la cueva se llena de luz. La Virgen extasiada, de rodillas no deja de mirar hacia arriba.
El techo se abre y veo al Padre y al Paráclito, sus caras rebosan gran felicidad y amor, extienden sus brazos sobre todo el lugar. En esos momentos, oigo el llanto de un niño. Los ángeles se retiran, veo a María bajar su cabeza, esta de rodillas pero empieza a agacharse más y más y veo el Niño Jesús, todo desnudito. La Virgen llora de alegría, lo coge en sus brazos y se lo ofrece al Padre, el Padre lo coge en los suyos, lo alza a lo alto, lo mece, lo acaricia, lo besa, se lo da al Paráclito que hace lo mismo y se lo da a la Madre.
La Virgen le cubre con algo que los ángeles han sacado de las alforjas y le viste. Son camisetas pero no como las de ahora, sino largas. Le abriga, le aprieta contra ella y le arropa con el manto.
En esos momentos, entra San José ve todo iluminado, los ángeles cantan el Hosana, el Gloria.
San José cae de rodillas mira para arriba y ve al Padre y al Paráclito se dobla, se tira en tierra, y adora a Jesús que lo tienen la Virgen en sus brazos. La Virgen llama a San José, San José levanta su cabeza y le da el Niño, con mucho cuidadito, con mucho amor, con mucha delicadeza, coge a Jesús en sus brazos, lo llena de besos, lo mece, lo aprieta contra su pecho y San José también se lo ofrece al Padre.
El Padre lo vuelve a coger y entre sus brazos hace lo mismo que cuando se lo dio la Virgen, lo alza para arriba, lo abraza, lo besa y se lo da al Paráclito. El Paráclito hace lo mismo que el Padre y se lo entrega a la Virgen.
La Virgen se lo vuelve a dar a San José, el Padre y el Paráclito desaparece y el techo de la cueva se cierra. Los ángeles están en adoración al Niño Dios, San José le da el Niño a la Virgen y se va por leña, a por la leña que ha traído. Le veo como enciende un fuego para calentar esa estancia, el buey y la mula empiezan a echar el vaho sobre la Virgen y el Niño y los calientan.
Ahora veo otro lugar, en el que hay pastores durmiendo. Le despiertan el cántico de multitud de ángeles, se asustan porque no saben que puede ser aquello. Uno de ello, se acerca a los pastores y le dicen que no teman, que vayan a la cueva donde se refugian que ahí les espera el Rey de reyes, que Dios ha nacido.
¡Paz a vosotros hombres de buena voluntad y Paz a los hombres que acogen al Niños Dios con amor!
Los pastores están asustados pero al mismo tiempo, una fuerza interior les impulsa a ir hacia la cueva y se encuentran a María, Jesús y San José.
Los cántico de los ángeles siguen sonando. Ellos se arrodillan ante Jesús. La Virgen y San José les dan las gracias. Y le preguntan como es que están allí.
Entonces, uno de ellos habla por todos, les cuenta la aparición de los ángeles y cómo les han anunciado el nacimiento del Salvador. Todos tienen lágrimas en los ojos. El Niño está en una aureola de luz, los mira, alza su manita y los bendice.


Nuestra Madre
Como veis, quienes fueron los primero en ser avisados que había nacido el Salvador del mundo, el hombre Dios en un niño recién nacido, fueron los pastores, los más pobres del lugar, los que no están apegado a las cosas del mundo porque tenían menos de lo necesario. A los humildes, a los puros de corazón.
Y entonces, al igual que ahora, mi Divino Hijo se manifiesta a los humildes como los pastores, a los limpios y puros de corazón, a los humildes.
Despojaos de todo lo que os impida caminar en pos del Señor.
Que llevéis tanta carga del mundo que la mayoría, los pasos que dais son lentos porque estáis cargados de las cosas de este mundo y no avanzáis a penas.
El camino es estrecho como la puerta que lleva al cielo pero seguro. En este camino no entran las cosas del mundo, solo el amor a Dios y al prójimo, la humildad y la caridad, hijos míos e hijas mías.
Preparaos para vivir esta Navidad en austeridad y a pedir por tantas y tantas familias que viven estas fiestas al margen de mi Divino Hijo, sin tener un pensamiento para Él, a su libre albedrío.
Pedir por la paz en tantos hogares que están destruidos y los que no, que todavía se siguen reuniendo, en la mayoría, siempre hay disputas y problemas.
Pedir por la juventud que tanto dolor nos causa en estos días que en vez de pensar en el Niño Dios que nació para la remisión y perdón de todos sus pecados, viven sin desenfrenos, en fiestas, en discotecas, dando gusto al cuerpo, a las drogas otros y a tonto mal que hay y que Lucifer pone y ellos como viven sin Dios, le es todo tan atractivo que todo lo cogen.
Dar mucho amor a Jesús por todos los que no le aman.
Quiero que en este tiempo practiquéis mas la humildad, la caridad y el amor para que Jesús se sienta reconfortado en vosotros y el dolor que siente por, una gran mayoría, de sus hijos que no se acuerdan de Él y viven a su libre albedrío le sea más leve porque vuestro amor, con lo que os he dicho, supla el desamor de la humanidad.
Y recordar que todos sois uno, sarmientos injertados en la vid que mi Divino Hijo, vosotros ser la dulzura de Jesús, no la amargura.
MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

13 DE DICIEMBRE DE 2014



Padre Eterno
La paz y el amor de vuestro Padre Celestial que me he hecho presente en este cenáculo junto a mi Hija predilecta la Inmaculada caiga en vuestros corazones. Vengo con infinito amor a cada uno y cada una de vosotras y vosotros, hijas mías e hijos míos.
Os amo tanto que mi corazón de Padre se derrite de amor por cada uno y cada una de vosotros y vosotras, pero vengo a corregiros. El corregir es la prueba de amor más grande que un padre puede dar a sus hijos.
Porque os amo infinitamente, porque me gozo en cada uno y en cada una de vosotros y vosotras.
Por ello, os corrijo y os llevo por el camino recto, por el camino estrecho pero seguro porque al final del camino está la puerta del cielo, donde allí no habrá lamentación, más dolor, lágrima y sufrimiento, porque todo será gozo, alegría y felicidad.
Hablar, a todos los hombres de buena voluntad del Padre que tienen en el cielo, del Padre que se abaja a ellos, que los mima, que los ama, que los cuida y que una mayoría no viene a Mí porque me tienen miedo por la severidad con que a estos hijos le han hablado de Mi, el Padre Eterno.
Soy el Dios de bondad, de amor, de misericordia y de justicia. Soy Dios y Padre.
Venid más a Mí, que como niños pequeños, porque así os quiero, os tengo en mi regazo, os abrazo y os estrecho en mi corazón.
Hablar al mundo del Padre, que está presto a escucharles, a llorar con ellos, a reír con ellos, que me cuenten sus alegría y sus penas que Yo todo lo puedo y es mi santa voluntad y veo que os conviene.
Acudid a la Inmaculada, a esta Madre y que se desvive por cada uno y cada una de vosotros y de vosotras.
Acudid a mi Hijo, que os lo di y dio su vida por cada uno de vosotros y de vosotras y de la humanidad entera y que espera con los brazos abiertos que le deis cabida a mi Hijo, a Jesús, vuestro salvador y redentor, a su Madre y vuestra en vuestros corazones.
Acudir al Paráclito para que prenda fuego en vuestros corazones y que habla en vuestras conciencias llevándoos, si sois dóciles a la salvación y a todo el género humano a saber distinguir el bien del mal, amarnos más y mejor y amar al prójimo.
Ser compasivos, misericordiosos, caritativos unos con otros y ser todos muy humildes.
Regiros por nuestras enseñanzas, por nuestros consejos que no es otro que los Evangelios.