MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES
15 DE MARZO DE 2014
JESÚS
¡Que dolor tan inmenso
sufrí, no podéis imaginarlo el dolor de vuestro Dios!
al ver que a pesar de darlo todo, que iba a darlo todo, hasta la última gota de
sangre por Amor infinito a todo el género humano, muchos iban a condenarse a lo
largo de los siglos.
Me van a negar, iban a renegar de Mí. Me iban a
maldecir. A
pesar de que mis brazos no se cansan ni se cansaran de extenderse hacia ellos y
todos vosotros, llenos de amor y misericordia me rechazan y me rechazaran
todavía.
¡Qué
dolor que me hizo sudar sangre!, porque sí soy Dios pero también hombre si no
fuera porque me sostuvo mi Divinidad mi Padre y el vuestro , y el dolor, la
ternura y el amor de mi Madre y vuestra.
Desde
el lugar en el que se encontraba mi Madre vivió todo conmigo, hubiera muerto en
ese instante, ningún dolor del mundo tiene semejanza con los dolores que padecí
por vuestra salvación.
¿Cómo
no iba a estar desgarrado, como no iba a sudar sangre por tantos hijos de todos
los tiempos que se iban a perder y se pierden por la soberbia y el desamor y prefieren
precipitarse a los infiernos en vez de venir a Mí, contritos y arrepentidos y
pedirme perdón por sus culpas y vivir conmigo en la eternidad? con la Trinidad,
con mi Madre y vuestra, San José y todos los coros angelicales y santos del cielo
que lo habitan (el cielo).
En mi amor quiero a todos
mis hijos conmigo, pues todos salieron creados de las manos del Padre. Con
infinito amor os creó mi Padre a todos, en cada alma salida de las manos del Padre,
en esos instantes el Padre se recrea y
se goza y se derrite de amor por cada alma creada salida de sus manos. Y todas
las almas habéis sido creadas para un día estar, después de merecer en la
tierra en el Cielo, con vuestro creador Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu
Santo con la Inmaculada mi Madre y vuestra, con mi padre putativo San José, el
mayor de los Santos, y que tantas gracias auxilio y socorros os alcanza con
todos los coros celestiales y con todos los santos,
en cambio el hombre se ha envilecido llevando y viviendo sus vidas al libre
albedrío, llenos de soberbia y de desamor, viviendo al margen de los
mandamientos y del Evangelio, llegando muchos a cometer pecados abominables, y
aún así mi Amor es infinito por ellos y jamás los dejo y sigo saliendo a ellos
y derramando gracias en sus corazones para que se conviertan y se arrepientan y
me pidan perdón.
Pero
una gran mayoría me rechaza bruscamente, me empujan, me escupen, me abofetean y
cierran las puertas de sus corazones y en esos corazones no hay cabida para Mí.
Y
tantas veces, hijos míos, vuelvo a Getsemaní al igual que al calvario. Y,
tantas y tantas veces mi corazón se llena de espinas gruesas que clavan en mi
corazón los pecados cometidos, que si no fuera por las almas reparadoras que me
las quitan y me alivian con su amor, sus sufrimientos y obras no habría sitio
en mi corazón para clavar una espina mas, hijos míos y la cólera del Padre
hubiera descendido ya con toda su crudeza a la humanidad.
Pedir
por la conversión de los pecadores especialmente los mas endurecidos.
Vosotros, hijos míos, venid,
venid con la copa de vuestra amor para que seáis mi alivio y mi consuelo y poder
refugiarme en vosotros. No seáis como los apóstoles que no pudieron velar ni
una hora conmigo en Getsemaní, junto a Mí.
Venid y no dejar solo a
vuestros Jesús en Getsemaní.
Venid hijos míos e hijas
mías, llenad vuestras copas de vuestro amor y ofrecérmela y aliviar el dolor de
vuestros Jesús y sufrimiento.
Consolar a vuestro Jesús
de la pérdida de tantas almas, de todos los siglos que me han retirado de su
lado como si fuera un leproso, que me han cerrado sus puertas, me han
maldecido.
Se han reído de Mí, se han
mofado, me han escupido.
Hijos míos, esto ha sido
así y seguirá hasta el final de los tiempo, limpiar el rostro bañado en sangre
de vuestro Jesús, con las copas de vuestra humildad, de vuestra caridad, de
vuestro Amor, que pueda descansar aunque sea unos momentos en cada uno de
vosotros, del inmenso dolor que me produce la perdida de un alma, hijos míos.