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martes, 25 de noviembre de 2014

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

18 DE OCTUBRE DE 2014



Nuestra Madre
Hijos míos, en esta tarde vengo como Madre de la Iglesia y de toda la humanidad, haciéndome presente en este cenáculo, formado por nuestros Sagrados e Inmaculados Corazones.
Besar todos el suelo y los que no podáis el crucifijo en reparación de vuestros pecados, los de vuestros familiares y los del mundo entero.
Vengo en esta tarde, hija mía, cómo me ves. No con tres rosas en el pecho sino con tres espadas, la del centro es la pérdida de fe en muchas almas consagradas, religiosos y religiosas.
La salida de la vida sacerdotal o religiosa, la pérdida de fe de tantas almas consagradas y que lleva a tantos hijos por el camino peligroso y tenebroso que va al infierno.
Como ves, hija mía, esta espada se divide en tres (la espada del centro es la que se divide en tres y hace referencia a los pecados de las almas consagradas). La de la derecha es la falta de amor y caridad en el mundo y que por ello se está dando tanto pecado, tanta abominación y tanta aberración.
La de la izquierda es la falta de amor, de caridad, de confianza, esperanza y fe en tantos cenáculos y tantos lugares de apariciones como nos manifestamos. En muchos hijos y en muchas hijas que se llaman nuestros.
El hombre camina a su libre albedrío, no piensa nada más que en sí mismo y no se preocupa de más, se cree tan autosuficiente que para él no hay Dios, pues él mismo se cree Dios.
Y, el gran dolor que lacera mi Inmaculado Corazón es la pérdida de tantas almas consagradas, la pérdida de la fe en otras tantas y muchas que podían salvar a tantas almas y llevarlas a Dios, pero los que quedan dentro se han enfriado, una gran mayoría, han perdido el sentido del pecado y han dejado solamente a Jesús en misericordia y todo lo que hace el hombre es perdonado y no trae consecuencias.
Mirar por donde camina este mundo, creado con tanto amor por el Padre y puesto en vuestras manos para vuestra necesidad y la avaricia de muchos deja sin comer a una multitud. Se han apoderado ellos de la tierra y esta tierra no es de unos pocos, es de todos. Pues a todos el Padre os la dio.
Mira, hija mía, la tibieza en almas de tantos grupos y apariciones, llega un momento que nuestras palabras les da igual, se han acostumbrado tanto a nosotros que nos tienen como un igual a ellos.
A estas almas que tanto he dado, tanto ha dado mi Hijo, el Padre y el Paráclito, tantos talentos, tantas gracias, tantas perlas que hemos puestos en sus manos, mi Hijo como juez pedirá cuentas.
Y el dolor, el sufrimiento, en el purgatorio, en el infierno será similar a las almas consagradas que obstinadas han seguido hasta el fin de sus vidas y después en su error y que llegado el momento de tanta luz y gracia como da mi Divino Hijo a las almas están tan llenos de soberbia que la luz de la gracia, los brazos de mi Hijo extendidos hacia ellos y hacia ellas no lo ven porque la soberbia les ciega.
Tener cuidado y no juguéis con espada de doble filo porque os podéis cortar y el corte será tan profundo que se gangrenará la mano, el alma y no habrá salvación para ella.
A todos los grupo de oración, a todos los que acuden a lugares de apariciones recoger con amor las perlas de las gracias del amor, de la misericordia y tantas perlas que ponemos para el progreso espiritual del alma, para el cambio del alma, cogerla con amor, como un gran tesoro y llevarla al corazón y no echarla a los puercos. Tantas perlas, tantas gracias para todo lo que necesitáis aquí y en otros lugares se están dando como el padre y la madre da a sus hijos para cuidarlos y protegerlos y ayudarlos, así os estamos dando a todos vosotros.
¡Cogerlas, cogerlas, y llevarlas a lo más profundo de vuestro corazón!
No seáis soberbios ni desobedientes y dejaros conducir por nuestras palabras, por nuestros consejos y enseñanzas que no son otros que los Evangelios y las Sagradas Escrituras.
Vengo de negro, como la primera vez que me manifesté como Madre de la Iglesia, así vengo a vosotros a que consoléis a vuestra Madre y convirtáis estos puñales, estos tres puñales en rosas de amor, de caridad y de agradecimiento.
Porque no vine la primera vez como me conocéis por la Rosa Mística de las tres rosas de la oración, del sacrificio y de la penitencia sino vine como Madre de los Dolores, con tres puñales, espadas en el pecho por los pecados de las almas consagradas. Y el que no crea estas mis palabras que las busque.
Pedir mucho por el santo padre que está sufriendo mucho por los lobos que tiene alrededor disfrazados de corderos.
Pedir mucho por las almas consagradas que se han desviado, han perdido la fe al igual que por religiosos y religiosas y se han salido de sus órdenes o de la vida sacerdotal.
Pedir por los sacerdotes santos y justos, las almas consagradas para darle fuerzas con vuestros oración y vuestro amor para que sigan rectos, puros, castos, llenos de amor y misericordia a sus hermanos, al rebaño que mi Hijo pone en sus manos y sobre todo a Dios, que desde Él le viene el amor a todos los fieles y a todos las almas que llevan alrededor.
Rezar el rosario diariamente y no pensar tanto en los problemas y situaciones difíciles que tenéis. Si tuvierais más fe y más confianza las pondríais enteramente en los Corazones  de vuestro Jesús y de vuestra Madre.

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