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miércoles, 5 de marzo de 2014

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

18 DE FEBRERO DE 2014

La Virgen
La mayoría de estas espadas son los pecados de las almas consagradas que no obedecen al Santo Padre, que predican a mi Divino Hijo como a ellos les conviene.
Que han abolido el infierno y el purgatorio, para estas almas todos están salvados, hijos míos. 
Algunos sacerdotes han convertido la comunión en un autoservicio que se sirven ellos mismos. ¿Que amor pueden tener estas almas a mi Divino Hijo, hijos míos? Orad, orad por todos estos sacerdotes que han perdido la fe, que se han masonizado, orad por los modernistas. Una palabra moderna, por no decirles protestantes, hijos míos.
Ellos me ven como una mujer cualquiera, y no fue así. Yo fui preservada del pecado original que todo hombre y mujer ha tenido y algunos tienen (los que no están bautizados), desde el momento en  que estas almas están puestas en el vientre de sus madres, en los cuerpecitos que se están formando y que ese pecado, hijos míos, sólo se quita con el bautismo.
Para ellos no existe el pecado original, y tantas y tantas verdades, hijos míos.
Orad mucho por ellos. Orad mucho por el Santo Padre que está en grave peligro.
Orad para que las hienas que tiene alrededor no le perviertan y caigan en sus redes.
Orad por los sacerdotes santos y fieles para que lo sigan siendo hasta el fin.

Mi corazón está traspasado por espadas, son los pecados de los hombres y esas más profundas, esas, son de mis hijos que dicen ser míos y de mi Divino Hijo. Y hacen su voluntad no la de Dios.
¿Cuántas veces os hemos pedido que os améis unos a otros? y algunos no lo intentáis. Veis la falta en el hermano pero no veis la viga, hijos míos, que tenéis en el vuestro. Aceptaos tal y como sois, hijos míos, con vuestras virtudes y defectos que si mi Divino Hijo y vuestra Madre Inmaculada os aceptamos como sois cada uno ¿quién sois vosotros para no aceptar al hermano y juzgarlo? 
Os quiero a todos bien injertados en la vid, que es Cristo. Que empecéis ya a vivir como los primero cristianos, que se reconocían por el amor que se tenían unos a otros y por la caridad. Allí donde hacía falta uno de ellos, allí acudían todos.
Tenéis que volver a la primera Iglesia, hijos míos, a la formada por mi Divino Hijo, así quiere mi Divino Hijo la Iglesia y Yo, su Madre y vuestra, hasta que llegó el momento deseado y amado de regresar al Padre, al Espíritu Santo y a mi Divino Hijo, ayudé a formarla con los apóstoles.
Hijos míos, no laceréis más nuestros Sagrados e Inmaculados Corazones, ayudaos y amaos, si no os amáis entre vosotros que sois la familia de Jesús, que es más que la sangre, ¿cómo podéis amar al hermano de fuera, hijos míos? Ni siquiera podéis amar bien a vuestros familiares.

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