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miércoles, 24 de febrero de 2016


MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES


16 DE ENERO DE 2016



Nuestra Madre
Vuestra Madre, Madre de la Misericordia junto con mi Divino Hijo nos hemos hecho presentes en este cenáculo formado y dirigido por Nuestros Sagrados e Inmaculados Corazones.
Hijos míos, todos los que estáis agobiados, cansados y afligidos venir al Corazón Inmaculado de vuestra Madre de la Misericordia que en él os aliviaré, os consolaré y os llevaré a los brazos de mi Divino Hijo.
No debéis de vivir sin tener toda vuestra confianza puesta en Nuestros Sagrados e Inmaculados Corazones y como un niño pequeño cuando tiene algún problema va corriendo a contárselo a su mamá, venid vosotros a Mí, que yo os escucho, que enjuago vuestras lágrimas, alivio vuestro dolor y doy fin a preocupaciones y sufrimientos si es la voluntad de mi Divino Hijo.
Pero a nada debéis temer, solo temer no estar en Nuestros Sagrados e Inmaculados Corazones.
Todo lo que no esté en ellos, está con el enemigo de las almas, hijos míos.
Prepararos a vivir en Nuestros Sagrados e Inmaculados Corazones, estos tiempos que vivís y que os viene, tiempos como jamás se han dado y se darán en la tierra.
Tiempos de dolores y sufrimientos pero los que estáis en nosotros os será más ligero y más llevadero. 
Los ángeles tiemblan ante este tiempo pero ¡cuanto santos que ya están en el cielo quisieran vivir este tiempo que vais a vivir y estáis viviendo vosotros!
Porque en él abunda la gracia para todo el que lo quiere, abunda el amor y la misericordia para todo el que no nos rechaza.
Contra mayor sean los dolores y los sufrimientos, mayor es la gracia y el amor de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo y de mi Inmaculado Corazón.
Que si vosotros sufrís que no sufro Yo, por la obstinación, la rebeldía y la maldad del hombre.
¡Que quiere una madre, tener a todos sus hijos a su lado y a salvo! Pues eso es lo que quiero yo.
Pero mis ojos no dejan de derramar lágrimas de sangre y de agua, al igual que mi corazón por la perversidad, la ingratitud, la maldad  y el olvido de los hombres que caminan a su libre albedrío. Sin Dios, por caminos tenebrosos y pendientes que terminan en la boca de los infiernos.
Pedir por la conversión de los pobres pecadores, pedir por las almas consagradas, por mi Iglesia, hijos míos.
Si las voces de nuestros pastores hablasen claro y alto, el mundo no estaría tan mal como está hoy. Pero la mayoría de las almas consagradas se han vuelto asalariadas, cómodas. Han abandonado los rebaños y los rebaños se han dispersados y han perdido la fe como la han perdido ellos.
Se han creado un dios a su imagen y semejanza, quitando del Evangelio lo que a ellos les conviene, viviendo entre comodidades y placeres.
La Iglesia que formó mi Divino Hijo y que yo cuidé de ella hasta que estuvo bien formada, era una iglesia dedicada al amor y a los pobres y a dar a conocer a Dios. Viviendo la iglesia en austeridad no entre tanta comodidad y riqueza ¡que mirar a donde han llevado a un gran número de almas consagradas a la relajación, a la pérdida de la fe y a crearse un dios a su imagen y semejanza!
Otros al estar los obispos y cardenales tan embebidos en su lucro han dejado con su falta de fe, con su comodidad puertas abiertas y han entrado a la iglesia corderos con cuernos.
Machos cabríos que son los lobos disfrazados de cordero, los comunistas, masones y sectarios para dentro de la iglesia destruirla mejor.
Pedir mucho por mi Iglesia, por vuestra Iglesia, por la Iglesia que formó mi Divino Hijo, por las almas consagradas para que se arrepientan de sus males y sean grandes pastores y lleven al rebaño a grandes praderas verdes llenas de leche y de miel.
¡Cuántas almas consagradas, cuántas están llevando a las almas a la perdición! Y las buenas, estas almas consagradas buenas y santas, por miedo a las represalias de sus superiores y los que están por encima de sus superiores callan.
Pedir por ellas para que les de fuerzas el Espíritu Santo y hablen alto y claro.
No es tiempo de callar, es tiempo de defender a Cristo, es tiempo de defender el Evangelio, es tiempo, hijos míos, de dar a conocer los mandamientos y ponerlos en práctica. Es tiempo de dar amor y misericordia a los hombres pero también la justicia de Dios.
Vosotros, hijos míos, que no estáis sujetos a la obediencia, no callar, que vuestra boca sirva para proclamar la verdad a Cristo, su Evangelio, su enseñanza y los mandamientos, incluso si tenéis que corregir a un alma consagrada, hacerlo.
Porque el Señor, mi Dios y el vuestro, mi Divino Hijo, el Padre y el Paráclito os pedirán cuenta de ello, por amor y por caridad, hacerlo.
No es tiempo de callar y no disculparos con la prudencia, eso sí, ser prudentes cuando habléis con algún alma consagrada, con amor y con mucho cariño pero decirles la verdad.
Invocar antes a mi Inmaculado Corazón y al Espíritu Santo y a vuestro ángel de la guarda para que el Paráclito hable por vuestra boca. Y veréis los prodigios que el Paráclito hará en vosotras.
El cuerpo es el vestido del alma y el templo del Paráclito y tenéis que cuidarlo, por amor a Dios y a quien habita en vosotros.
Por amor a Dios, digo, al Padre que os ha creado. Al Hijo que viene a vosotros, que es mío, mi Divino Hijo que habita en vuestro corazón con el Paráclito. Porque de ello, también daréis cuenta y en el amor y en la misericordia de vuestra Madre os bendice.
Y el Padre que os ama infinitamente, el hijo que se derrite por todas vosotras y vosotros, hijos míos y el Paráclito que os ama sin medida os bendice en el Padre, en el Hijo y en Paráclito, hijos míos.
Quedad en nuestra paz y en nuestro amor.

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