MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES
13 OCTUBRE DE 2017
Jesús
Hijos míos, el amor misericordioso de vuestro Jesús desciende
sobre todos los presentes.
Gracias a todos los que habéis acudido a la llamada
de vuestro Jesús a la Hora Santa.
Esta hora llena de tanta gracia, de tanto amor y
misericordia como derramo sobre vosotros y sobre el mundo entero al ser
consolado por mis amigos, por mis hijos en quienes poso mi cabeza.
En ello, me hacéis olvidar el dolor de tantos, y
tantos, tantos, tantos hijos que me producen, hijos míos.
El mayor dolor de vuestro Jesús es el ver que mi
Padre tiene un cielo lleno de gloria y de amor para recibir a los peregrinos
llegados al final de la peregrinación y en ese final es el encuentro eterno con
mi Padre.
Mi gran sufrimiento es el que lo di todo por mis
hermanos. Bajé del cielo a la tierra, me hice un hombre como vosotros, di hasta
la última gota de mi sangre por vosotros, por toda la humanidad.
Colgué de un madero donde a los pocos segundos de
morir, mi corazón fue traspasado por la lanza de Longinos y aún quería daros
más, salió de las entrañas de mi alma y mi corazón, la sangre y agua de mi amor
infinito y misericordia para todos vosotros y toda la humanidad.
Y me encuentro llamando a tantos hermanos, me
encuentro avisándolos de los peligros que corren, del abismo que les espera
sino recapacitan y no me hacen caso.
Sólo recibo burlas y desprecios, pero no son esas
burlas y esos desprecios lo que más me duele. Lo que más me duele es la pérdida
de las almas que con tanto amor creó mi Padre y el vuestro y con tanto odio y
rencor y soberbia desprecian el cielo que mi Padre los tienen reservados.
Esa gloria infinita de amor y paz y felicidad.
Y desprecian mi sangre que la derramé también por
cada uno de ellos.
No sabéis el dolor tan grande de un Dios, el ver
condenarse a tantas almas.
Por ello, cuando un pecador se convierte en los
umbrales de la muerte, mi Padre lo estrecha fuertemente en sus manos, en sus
brazos, llevándolo a su corazón.
Lo viste de gala y ordena una gran fiesta en el
cielo, hijos míos.
El Padre llora de infinito amor y alegría cuando un
pecador se arrepiente y como el hijo pródigo vuelve a él.
No son las espinas que el hombre me pone, ni los
flagelos, ni las burlas ni las bofetadas, ni que claven mis manos ni mis pies
lo que me producen mayor dolor.
El mayor dolor es la pérdida de un alma que para él,
mi muerte fue inútil.
Y la gloria que tenía reservada mi Padre es
despreciada por esta alma, hijos míos.
Orar mucho por la juventud del mundo, por los
ancianos, especialmente los que viven a su libre albedrío.
¡Que son peores que los jóvenes!
Orar mucho por la conversión de los pobres pecadores,
a los que mi corazón quisiera arrancarles a todos, la conversión y atraerlos
fuertemente a mi corazón y llevárselos a mi Padre.
Orar mucho, hijos míos, por la conversión de vuestros
hermanos. Por la conversión de vuestros familiares agonizantes y por las benditas
almas del purgatorio.
Yo os bendigo, hijos míos, en esta noche con gracias,
bendiciones y protecciones muy especiales para la salud de vuestras almas y de
vuestros cuerpos, si os conviene.
El poder de Dios Padre, de Dios Hijo, que es el que
os está bendiciendo y del Paráclito desciende sobre vosotros.
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