MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES
12 MAYO DE 2017
Jesús
He aquí el Ecce Homo.
Todo mi rostro y mi carne desgarrada por los que se llaman
míos. Los que no me conocen, ellos no me causan tanto dolor como los míos.
¡Ay, hijos míos, los que os llamáis míos y aparentáis
una cosa, santidad y luego sois todo lo contrario!
Vienen a misa, a encontrarse conmigo cuando les viene
en gana, algunas veces porque no pueden y otras porque prefieren los placeres y
no acuden a encontrarse conmigo en el sagrario ni en la Eucaristía, hijos míos.
Otros se llaman míos y sus bocas se les llenan de mi
nombre y viven en los vicios porque todo vicio, hijos míos, es flagelo para
vuestro Dios.
Otros de los placeres de la carne, otros cuando salen
de mi casa se meten en el mundo y se olvidan de mí.
Otros dicen amarme, ¡hipócritas, fariseos y no se
toleran entre ellos!
Mirar, hijos míos, sólo hay un camino, el camino es
estrecho y a él se entra por el cumplimiento de los mandamientos, por el
cumplimiento y el llevar a cabo cada palabra de mi Evangelio. A él se llega con
el alimento de las almas que es mi cuerpo y mi sangre.
Fuera de ello, nadie llega a mí.
¡Qué dolor siente mi Sagrado Corazón que conoce cada
alma y sabe bien lo que hay dentro y sus bocas se llenan de creerse buenos y
santos y sus corazones están vacíos!
¡Qué dolor siente mi Corazón al ver caminar a tantos
y tantos hijos que se llaman míos por el precipicio de la muerte eterna!
A muchos he llamado, pero no han querido responder y
se van por el camino más fácil. Y ese camino lleva a la condenación del alma.
No se puede jugar a estar conmigo y con el enemigo de
las almas. O conmigo o con Lucifer.
Orar, pedir mucho por todas estas almas que se llaman
míos y no cumplen con la ley que son los mandamientos, con el Evangelio,
incumplen también el derecho que tiene toda alma de venir cada semana, los
domingos a darme las gracias por todo lo que le he dado y para pedirme que le
ayude a perseverar y a serme fiel hasta el fin y prefieren las comilonas, los
amigos, las comidas familiares, las playas, los domingos de campo, etc, hijos
míos.
Y mi rostro se llena de salivazos, de bofetadas, de
golpes que abren mis mejillas y desgarran mis carnes, hijos míos.
Y luego están los que no se conforman con la vida que
llevan porque así lo quiero y quieren otra.
Y los que caen en el pecado de la carne, tanto
mujeres como hombres y en todos los vicios de la sexualidad inducidos por
Lucifer porque no han puesto freno al principio y no me han pedido ayuda y poco
a poco han ido cayendo en las manos de Lucifer y llegan a ser marionetas de él.
¡Ay, mi juventud, cuánto me duele una parte
mayoritaria de mi juventud!
Porque esta noche como mañana sábado por la noche, en
vez de reunirse para alabarme, a bendecirme, a glorificarme, se van a las
discotecas, a los botellones y se llenan de droga y parecen demonios salidos
del infierno. No digo que todos los que van a esos lugares, pero la mayoría.
Pedir mucho por la juventud, pedir mucho por los que
se llaman míos para que en verdad lo sean.
Pedir mucho, hijos míos, por la conversión de los
pobres pecadores.
¡Ay, hijos míos! Decís que mis imágenes son tiradas,
pisoteadas al igual que las de mi Madre y la de los santos, mi cuerpo y mi
sangre en el sagrario es cogido y al igual ultrajado, desgarrado en las manos y
en los pies de estas almas mezquinas y malvadas.
Sacrilegios con mi sangre, mi cuerpo y mis imágenes
por todas partes, pero pensar que vuestro Jesús está constantemente así por la
perversidad del hombre y la gravedad de tanto pecado.
Ni Sodoma ni Gomorra pecó como se está pecando en
estos tiempos, hijos míos y mirar lo que pasó con ellas, con estas ciudades,
hijos míos.
La culpa de todo la tiene el pecado.
Si todos los que os llamáis míos fuerais por el
camino estrecho las cosas cambiarías, hijos míos, porque seríais ejemplo para
los demás, pero así no lo son porque las almas que están en el mundo ven lo
mismo que en las almas que dicen creer en mí y en las almas que se dicen míos,
hijos míos.
Orar en esta noche ante el crucifijo en vuestros
hogares tres Padrenuestros para reparar a vuestro Jesús, para la conversión de
los pobres pecadores, por la juventud y por todos los que se llaman míos, hijos
míos.
En vosotros he encontrado el consuelo y el amor que
me es negado, pero hacer esto esta noche antes de iros a dormir.
Os bendigo a vosotros con
una bendición, protección muy especial para vosotros, vuestros familiares, para
la conversión de ellos y de los pobres pecadores.
Os bendigo en el nombre de mi Padre, Dios Padre, Dios
Hijo, que es el que os está bendiciendo y del Paráclito.
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