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viernes, 30 de junio de 2017

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES
 

12 MAYO DE 2017



Jesús
He aquí el Ecce Homo.
Todo mi rostro y mi carne desgarrada por los que se llaman míos. Los que no me conocen, ellos no me causan tanto dolor como los míos.
¡Ay, hijos míos, los que os llamáis míos y aparentáis una cosa, santidad y luego sois todo lo contrario!
Vienen a misa, a encontrarse conmigo cuando les viene en gana, algunas veces porque no pueden y otras porque prefieren los placeres y no acuden a encontrarse conmigo en el sagrario ni en la Eucaristía, hijos míos.
Otros se llaman míos y sus bocas se les llenan de mi nombre y viven en los vicios porque todo vicio, hijos míos, es flagelo para vuestro Dios.
Otros de los placeres de la carne, otros cuando salen de mi casa se meten en el mundo y se olvidan de mí.
Otros dicen amarme, ¡hipócritas, fariseos y no se toleran entre ellos!
Mirar, hijos míos, sólo hay un camino, el camino es estrecho y a él se entra por el cumplimiento de los mandamientos, por el cumplimiento y el llevar a cabo cada palabra de mi Evangelio. A él se llega con el alimento de las almas que es mi cuerpo y mi sangre.
Fuera de ello, nadie llega a mí.
¡Qué dolor siente mi Sagrado Corazón que conoce cada alma y sabe bien lo que hay dentro y sus bocas se llenan de creerse buenos y santos y sus corazones están vacíos!
¡Qué dolor siente mi Corazón al ver caminar a tantos y tantos hijos que se llaman míos por el precipicio de la muerte eterna!
A muchos he llamado, pero no han querido responder y se van por el camino más fácil. Y ese camino lleva a la condenación del alma.
No se puede jugar a estar conmigo y con el enemigo de las almas. O conmigo o con Lucifer.
Orar, pedir mucho por todas estas almas que se llaman míos y no cumplen con la ley que son los mandamientos, con el Evangelio, incumplen también el derecho que tiene toda alma de venir cada semana, los domingos a darme las gracias por todo lo que le he dado y para pedirme que le ayude a perseverar y a serme fiel hasta el fin y prefieren las comilonas, los amigos, las comidas familiares, las playas, los domingos de campo, etc, hijos míos.
Y mi rostro se llena de salivazos, de bofetadas, de golpes que abren mis mejillas y desgarran mis carnes, hijos míos.
Y luego están los que no se conforman con la vida que llevan porque así lo quiero y quieren otra.
Y los que caen en el pecado de la carne, tanto mujeres como hombres y en todos los vicios de la sexualidad inducidos por Lucifer porque no han puesto freno al principio y no me han pedido ayuda y poco a poco han ido cayendo en las manos de Lucifer y llegan a ser marionetas de él.
¡Ay, mi juventud, cuánto me duele una parte mayoritaria de mi juventud!
Porque esta noche como mañana sábado por la noche, en vez de reunirse para alabarme, a bendecirme, a glorificarme, se van a las discotecas, a los botellones y se llenan de droga y parecen demonios salidos del infierno. No digo que todos los que van a esos lugares, pero la mayoría.
Pedir mucho por la juventud, pedir mucho por los que se llaman míos para que en verdad lo sean.
Pedir mucho, hijos míos, por la conversión de los pobres pecadores.
¡Ay, hijos míos! Decís que mis imágenes son tiradas, pisoteadas al igual que las de mi Madre y la de los santos, mi cuerpo y mi sangre en el sagrario es cogido y al igual ultrajado, desgarrado en las manos y en los pies de estas almas mezquinas y malvadas.
Sacrilegios con mi sangre, mi cuerpo y mis imágenes por todas partes, pero pensar que vuestro Jesús está constantemente así por la perversidad del hombre y la gravedad de tanto pecado.
Ni Sodoma ni Gomorra pecó como se está pecando en estos tiempos, hijos míos y mirar lo que pasó con ellas, con estas ciudades, hijos míos.
La culpa de todo la tiene el pecado.
Si todos los que os llamáis míos fuerais por el camino estrecho las cosas cambiarías, hijos míos, porque seríais ejemplo para los demás, pero así no lo son porque las almas que están en el mundo ven lo mismo que en las almas que dicen creer en mí y en las almas que se dicen míos, hijos míos.
Orar en esta noche ante el crucifijo en vuestros hogares tres Padrenuestros para reparar a vuestro Jesús, para la conversión de los pobres pecadores, por la juventud y por todos los que se llaman míos, hijos míos.
En vosotros he encontrado el consuelo y el amor que me es negado, pero hacer esto esta noche antes de iros a dormir.
Os bendigo a vosotros con una bendición, protección muy especial para vosotros, vuestros familiares, para la conversión de ellos y de los pobres pecadores.
Os bendigo en el nombre de mi Padre, Dios Padre, Dios Hijo, que es el que os está bendiciendo y del Paráclito.

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