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viernes, 30 de junio de 2017

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

13 MAYO DE 2017




Nuestra Madre
Vuestra Madre Inmaculada se ha hecho presente en esta tarde bajo varias advocaciones.
Nuestra Señora del Inmaculado Corazón, nuestra Señora de la Asunción, Nuestra Señora de la Preciosa Sangre y, por último, nuestra Señora Corredentora de toda la humanidad.
Hijos míos, en cada advocación que me he manifestado y me manifiesto traigo grandes gracias para la humanidad. Pero la humanidad, la mayor parte no acoge mis gracias, mis desvelos, mis lágrimas, mi corazón desgarrado y esta Madre que os dio mi Divino Hijo Jesús a pie de la cruz sufre por todos mis hijos, por los que se han apartado de mi Inmaculado Corazón, por los que se llaman míos y de mi divino Hijo y cogen lo que les viene en gana tanto en el Evangelio como en las manifestaciones que nos manifestamos, hijos míos. Por tanto sacrilegio, tanta profanación.
¡Cuánto se pierde esta humanidad!
Porque las gracias de cada advocación caen como una lluvia fina sobre la humanidad que las acoge y desgarra mi Inmaculado Corazón en la otra gran parte de la humanidad que caen mis gracias y son pisoteadas por la incredulidad del hombre, por su perversidad y su maldad, hijos míos.
Pero en verdad os digo, que las gracias que derramamos tanto mi Hijo como yo so los tesoros más grandes que el hombre puede obtener aquí en la tierra.
No hay tesoro más grande y que valga más que las gracias que derramo en cada advocación y las gracias que derrama también mi Hijo en sus advocaciones. Y que nuestros corazones se regocijan, se alegran cuando llegan a los corazones llenos de nuestro amor, las guardan en sus corazones y las hacen fructificar cumpliendo cada mandamiento que es la ley de Dios. Rigiéndose por el Evangelio y los que acuden a los lugares donde nos manifestamos llevando a cabo cada palabra, cada coma, cada interrogación, cada punto, cada tilde, hijos míos, que vamos diciéndoos para el bien vuestro y de la humanidad, para vuestra salvación. Porque como Madre que soy me preocupa la salvación de mis hijos.
Y en verdad, mi Hijo es misericordia, pero también es justicia y el hombre, incluso una gran mayoría de almas consagradas lo han olvidado y hablan solamente de la misericordia de Dios y han aniquilado la justicia. Y mi Hijo, el Padre y el Paráclito son justos y a cada hombre le da según sus obras.
¡Ay, hijos míos, al aniquilar la justicia de Dios han aniquilado el infierno y el purgatorio y en verdad os digo, que el purgatorio existe y el infierno también!
Les fue mostrado a los pastorcillos de Fátima, hijos míos, y a todos nuestros portavoces. Y os vuelvo otra vez a decir, que muchas son las almas que diariamente caen al infierno, me creáis o no y al purgatorio.
Y el purgatorio no lo toméis, hijos míos, como si fuera cualquier cosa porque no lo es.
En el purgatorio se sufre con los miembros que se han pecado en la tierra. Es fuego purificador, son llamas, hijos míos.
Y mucho del purgatorio, muchas de esas llamas son las llamas del infierno, pero con la esperanza y la certeza de que del purgatorio se sale y del infierno no.
Orar mucho por las benditas almas del purgatorio, refrescarlas con vuestras oraciones, con vuestros sacrificios, con las misas ofrecidas a ellas, acortar, hijos míos, su purgatorio.
Son millares y millares de almas que hay en él y se encuentran solos con su dolor, como si solamente estuviera esa alma en el purgatorio.
No ser quejicas como os dice la portavoz, ofrecerlo todo por ya que lo tenéis, unas veces mandado y permitido por Dios y otras veces por vuestras cabezonerías. Ofrecerlo para reparar nuestros corazones, por la conversión de los pobres pecadores, por las benditas almas del purgatorio y por las vuestras para que, en verdad, esos sufrimientos den fruto, sea cual sea el sufrimiento. Ya puede ser un sufrimiento, hijos míos, por enfermedad, por moral, por problemas, etc.
Todo sufrimiento es malo, todo dolor es malo y duele y desgarra. Es vuestra cruz llevarla con alegría, llevar la cruz alta y confiar más en Dios.
Que el que pone toda confianza en Dios, hijos míos, nada debe de temer y la cruz la puede llevar hasta el fin.
Y no pensar en cómo estáis, que si os duele esto, que si os duelo lo otro porque nada más que estáis pensando en vosotros mismos y no os dais cuenta que el hermano que está al lado, a lo mejor, está peor que vosotros y no os preocupáis ni siquiera de preguntarles. Y, ¿sabéis por qué? Porque vosotros, algunos pensáis que estáis peor que los demás y eso no es verdad, hijos míos.
Hay algunos que están peor que todos los que os quejáis y lo llevan con amor, lo llevan en silencio, lo llevan con fuerza porque el Señor los sostiene y un alma en el grupo, que está aquí por la voluntad de Dios, pero por lo que tiene hace tiempo que ya estaría gozando de las delicias del cielo y no la oís quejarse porque ella confía plenamente en Dios y nada le importa esta vida sino agradar a mi Divino Hijo, al Padre y al Paráclito y hacer su santa voluntad y mi Hijo la llena de fuerza, de valor para cumplir la misión que Él la ha dado, hacer vosotros lo mismo en vez de quejaros.
¡Ay, hijos míos, levantar vuestros corazones, levantar vuestra confianza y como un ramillete hermoso lleno de distintas fragancias con vuestro amor y vuestra plena confianza depositarlo en el corazón de mi Divino Hijo!
Y no estéis pendientes en lo que tenéis, hijos míos.
Y preocuparos más de lo que tienen los demás.
Os amo infinitamente y a todas os tengo cogidas en mi mano como un ramo de flores, pero bello y hermoso porque mi Divino Hijo lo ha embellecido y hermoseado, hijos míos.
Seguir con el rezo del santo rosario. 

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