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jueves, 21 de junio de 2018

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

12 MAYO DE 2018



 Nuestra Madre
Hijos míos, vuestra Madre Inmaculada junto con el patrón de esta villa nos hemos hecho presentes en medio de este cenáculo formado y dirigido por nuestros Sagrados e Inmaculados corazones.
Tanto pecado y tanto dolor hacen desgarrar el corazón de todo un Dios Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Desagraviar mi inmaculado corazón para evitar tanto mal, que ni siquiera podéis imaginar hasta donde ha llegado la perversidad del hombre.
Orar todos los días el santo rosario, mi plegaria favorita, esa plegaria que pido en todos los lugares donde me hago presente. 
Es la plegaria con la que derrotaremos a Satanás. 
Acudir a vuestro patrón, San Isidro. Pedirle ayuda para vuestras familias y para vuestra vida. Él junto con su santa mujer, santa María de la Cabeza, son los protectores de Madrid, son los protectores de todos los madrileños y familias madrileñas y todos los que habitan en esta villa.
Acudir a él, implorar su protección y la de santa María de la Cabeza. Imitarlos.
Os quiero a todos y a todas que lleguéis a ser lo que fueron San Isidro y santa María de la Cabeza. Podéis conseguirlo.
Ellos están hechos como vosotros. Padecieron y sufrieron y tuvieron sus alegrías como vosotros, pero todo en Dios.
Y lo podéis conseguir, pedirles también ayuda para ser santos como ellos.
Pero les tenéis olvidados, al igual que santa maría de la Cabeza.
Los santos que conocéis y que están en los altares no están por estar sino para que sean vuestro ejemplo. Para que veáis que podéis llegar a esa santidad y para pedirles ayuda porque si no fuera así, no estarían en los altares de mi divino Hijo. 
El Padre y el Paráclito quieren que estén en los altares para que les imitéis y sean vuestro ejemplo. Y, sepáis que podéis como ellos legar a ser santos.
Ellos también cayeron, se levantaron, sufrieron, trabajaron, pasaron por situaciones muy difíciles de dolor y de sufrimiento. 
También tuvieron sus alegrías, pero todo lo llevaron con amor, ofreciéndoselo al Señor, a mi divino Hijo y al Padre.
Y llegaron a obtener la corona de la victoria.
Vosotros y vosotras también lo podéis conseguir, como os he dicho, también caían y tenían sus cosas como las tenéis vosotros. 
Con el inmenso amor que tenían a Dios Padre, a Dios Hijo y al Paráclito, y a mí, la Inmaculada. 
Y seguían el camino trazado por mi divino Hijo con alguna rosa, espinas y piedras en el camino.
Pero no se rendían cuando caían, se levantaban victoriosos de sus caídas, confortados por mí, vuestra Madre. Perdonados.  
Nadie, aquí en la tierra es perfecto pero el amor a Dios, el hacerlo todo en Dios, Dios Padre, Dios hijo y Dios Espíritu Santo suple lo que les falta y han suplido lo que han faltado en esas almas.
Pedir mucho por los pobres pecadores y por los agonizantes.
Y amaros unos a otros como yo os amo. 


San Isidro
La paz de vuestro Dios Jesús, hermanos míos, reine en vuestros corazones.
Os quiero decir que la vida de los hombres y mujeres que estamos gozando de la presencia de Dios no ha sido una vida diferente a las vuestras.
Hemos sufrido como sufrís vosotros, hemos tenido alegrías como las tenéis vosotros, pero siempre todo puesto en nuestro Creador. En este Padre tan lleno de amor y de bondad hacía todos sus hijos que se derriten por sus hijos y cuando van a Él con amor y con fe, el Padre no niega nada. Y les da lo que piden. Según su voluntad y según si es bien para las almas.
Pero, verdaderamente os digo, hermanos míos, que todo el que pide recibe, a lo mejor no lo que está pidiendo, sino algo mejor que vosotros ni ellos sois conscientes de lo que están recibiendo del Padre. 
También hemos caído, también nos hemos levantado llenos de dolor por esas caídas y hemos sido reconfortados por el abrazo y el perdón del Padre. 
También nos ha costado mucho renunciar a las cosas del mundo, pero por amor a Dios lo hemos hecho y nuestra Madre y Jesús nos han ayudado.
Mirar, hermanos, el amor a Dios, el amor al hermano, la humildad y la caridad son las puertas abiertas para entrar a la gloria de la eternidad con Dios. 
Y como ha dicho nuestra Mamá, nadie es perfecto en la tierra, pero Jesús suple en su corazón nuestras imperfecciones. Las mías también y las de mi mujer, María, también las suplió en su sagrado corazón. Por el amor tan inmenso que le teníamos. 
Mirar, contra menos tengáis en este mundo, más libres seréis para hacer la voluntad de Dios. No os apeguéis a nada, solamente al corazón de Cristo. Y ayudar al hermano.
Vuestros tesoros tienen que estar en el corazón de Cristo, con vuestras alegrías, vuestros dolores y sufrimientos y enfermedades y seguir el camino que Jesús y nuestra Mamá del cielo nos han dicho.
Ese camino ensangrentado que Jesús marca al hombre. Ensangrentado por los pies descalzos de Jesús. 
Esa sangre os dirime y os ayuda a llegar al final del camino. En ese camino hay rosas que son las alegrías, hay espinas que son los dolores, hay piedras que son las caídas, unas más agudas que otras. 
Pero el Padre sabe vuestras imperfecciones aquí en la tierra y ella os da las gracias para levantarnos arrepentidos y estrecharnos en sus brazos llenos de amor y 
misericordia cuando pedimos perdón y nos reconciliamos con él, en el sacramento de la penitencia, en la confesión, hermanitos míos.
Todo lo que hagáis, hacerlo siempre pensando en el Señor, en Dios, no os faltarán las espinas, ni los dolores, pero la Madre y Jesús están ahí, para confortaros y daros las fuerzas para seguir adelante.
Y, vuestro Ángel de la Guarda, no olvidaros de él, acudir a él y ser agradecidos con él, que los ángeles de cada uno de la guarda están deseando que las almas a ellos encomendadas acudáis a ellos. 
El Padre lo ha puesto junto a vosotros para ayudaros, cuidaros y protegeros pero tenéis que acudir a ellos y hablar con ellos como habláis entre vosotros, hermanos muy amados míos. 
Yo también me enfadaba mucho cuando se reían de mí o me callaban, pero una vez pasado el momento de ese enfado se lo ofrecía al Señor y yo les perdonaba de corazón, en mi interior.
Mirar por todo lo que pasó, María, mi esposa, fue calumniada, vilmente calumniada. Y lloró amargamente.
Yo también me indigne y hubiera querido ir contra esos hombres y mujeres que la difamaron en esos momentos de cólera. Mi esposa me detuvo. Nos pusimos a orar y todo ello se fue de mi corazón y lo ofrecimos por esas personas que al final ellos mismos confesaron su bajeza y desmintieron todo lo tramado contra mi esposa. 
Hay que perdonar de corazón, el corazón tiene que estar libre de pajas, lleno del amor de Dios para acoger en él a todos los hombres y a vuestros enemigos. Y a los que nos hacen daño en momentos determinado.
Y los podéis conseguir, mi esposa y yo lo conseguimos, con la ayuda de Dios y de la Virgen, vuestra Mamá del cielo y de la tierra, porque en la tierra también está María, la Inmaculada, que siempre está velando, cuidando y protegiendo a los que acuden a Ella, extienden su manto, sus manos.
Os estrecha sumergiéndolos dentro de sus brazos y los lleva al interior de su Inmaculado corazón.
Ser fuertes. Desprendeos de todo. Vivir humildemente.
Amar a Dios y al prójimo y ayudar al hermano.
Con ello, obtendréis una morada en la gloria.
Mi esposa María, vuestra hermana, y yo vuestro hermano Isidro, os bendecimos y os damos nuestra protección que queda grabada en vosotros, pero todo el que necesita pide. Si no nos pedís, ¿cómo queréis que os protejamos y os ayudemos?

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