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jueves, 31 de enero de 2019

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

17 NOVIEMBRE DE 2018



Nuestra Madre
Hijos míos, vuestra Madre Inmaculada se ha hecho presente en medio de vosotros junto con las almas de vuestros familiares que están gozando en la gloria de Dios.
Ellos también son santos que han alcanzado la santidad en la voluntad del Dios Trino procurando, haciendo siempre lo que mi divino Hijo ha pedido para que la humanidad se salve, hijos míos. 
Y, han terminado de llegar a la santidad limpiando sus almas de los pecados veniales en el purgatorio.
Hijos míos, vuestros familiares arden en gozo y en deseo de que llegado el día estéis con ellos en la gloria de Dios.
Por ello, os piden que seáis obedientes a nuestras enseñanzas, que caminéis todos unidos como nuestros corazones quieren. No unos por un lado y otros por otro. 
Caminando juntos os ayudáis unos a otros a alcanzar la meta, que es la vida eterna en la gloria de Dios.
Os amo tanto, hijitos míos, que mi corazón se llena de gozo pensando en el día en que os tendré enteramente conmigo en el cielo. Pero para ello, tenéis que hacer la voluntad de mi divino Hijo y regiros por nuestras enseñanzas.
Las enseñanzas que os estamos dando, hijos míos. Esta es la escuela del amor, la escuela de nuestros corazones, el camino más fácil para llegar a la eternidad, y a veces, lo ponéis difícil.
Acudir siempre a vuestra Madre, que os estoy esperando siempre con los brazos abiertos, con los oídos inclinados hacía vosotros para oír vuestras alegrías y vuestras penas. Vuestra peticiones e intenciones. Nada se pierde en mi Inmaculado Corazón. 
Todo lo llevo en él. 
Regiros, os lo vuelvo a repetir, una vez más, por la tradición de mi Iglesia. Vuestra Iglesia, la Iglesia formada por mi divino Hijo, no por el modernismo que ha entrado en ella, hijos míos.
Acudir siempre a los pastores que estén menos contaminados por tanto progreso y modernismo y pedir mucho por las almas consagradas que necesitan de mucha oración, mucha oración, hijos míos.
Para que caigan todas las escamas de sus ojos y vean la luz y se rijan también por las enseñanzas que damos y no por su criterio o sus criterios, hijos míos.
¡Ay, hijos míos, cuanta soberbia hay aún en muchos de ellos que nos tapan la boca y nos prohíben pedir, a no ser que ellos, las peticiones que hacemos, hayan sido los primeros en proponerlas! Entonces esperan el sí nuestro. Pero no antes. Si lo pedimos nosotros antes, hijos míos.
Este es el tiempo de los fieles porque gracias a los fieles la Iglesia se levantará.
Gracias a la humildad y a la simplicidad de los fieles, la Iglesia surgirá toda bella y hermosa. Engalanada como una novia, hijos míos.
Pedir mucho por el Papa.
Y, os vuelvo a repetir. Pedir la tradición de vuestros padres, no la del modernismo y progreso en la Iglesia, hijos míos. 
Seguir el Evangelio y las Escrituras, tal y como están escritas. No como ellos, los interpreten. 
¡Que solamente las Escrituras y la Palabra de mi divino Hijo en los Evangelios, solamente la pueden entender los humildes, los limpios de corazón!
Los incultos como ellos dicen, los simples. Los que creen nuestras palabras a juntillas. 
No los sabios y poderosos inteligentes de la Iglesia, hijos míos.
Yo, hace años, hijos míos, que vine a pedir el dogma Madre Corredentora con Cristo, abogada y medianera de todas las gracias.
Y, ¡cuánto dolor sintió mi corazón inmaculado al ver que los sacerdotes, buenos, nos prohíben el que la Madre venga a pedir el dogma sino sale de ellos, hijos míos!
Y ¡que dolor sintió los corazones de unas almas sencillas como las vuestras, humildes, llenas de miseria pero que no estaban de acuerdo con lo que habían dicho, y son sacerdotes buenos! Pero engreídos por tanta teología que los hace soberbios, porque no es tan difícil creer que vuestra Madre es Corredentora y ellos lo ponen, no es tan difícil creer que la Madre de Dios y de todo el género humano viene a pedir el quinto dogma para salvar al mundo, no solamente a la Iglesia sino a toda la humanidad, hijos míos.
Pedir mucho por las almas consagradas que aún, las más buenas, necesitan luz entre tanta confusión, entre tanto desorden, progreso y modernismo como hay en la Iglesia, hijos míos.
Vuestros familiares del cielo, por la gracia del Padre, os bendicen con una gracia especial para que os mantengáis firmes en la fe que ellos os enseñaron. Fieles a mi divino Hijo y a vuestra Madre, al Padre y al Paráclito. 
In nomine Patris, et Filie et Spiritu Sancti.
Mi paz y amor os dejo, hijos míos, y os bendigo en mi Inmaculado corazón y en el sagrado corazón de mi divino Hijo.
Seguir hijos míos luchando por el dogma.
Y rezando el rezo del santo rosario por las benditas almas del purgatorio, agonizantes y almas del limbo, que el limbo todavía existe, hijos míos. Para dejarlo vacío.

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