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jueves, 31 de enero de 2019

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

3 NOVIEMBRE DE 2018



Alma del Purgatorio
La paz de nuestro Redentor, su inmenso amor y la de Nuestra Madre Inmaculada reine en vuestros corazones.
Soy un alma purgante, hijos míos, superiora de un convento.
El Padre me ha mandado para que se os diga que en este mes recéis todos con un rosario de dolor para que los méritos, gracias y bendiciones de esos rosarios unidos a los méritos de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, nuestro salvador y redentor, y a los dolores de nuestra Madre Inmaculada, alivien el purgatorio de muchas almas. La salida de otras y el acortamiento de tiempo de purificación de otros. 
También podéis coger el rosario de nuestra Madre en la advocación de nuestra Señora del Carmen. 
Mirar, estoy en el purgatorio, por no haber dado valor, el valor que realmente tiene la oración.
La oración es la comunión con nuestro Señor. Es la unión de Jesús con el alma, al igual que, con nuestra Madre Inmaculada, hijos míos.
Os vengo a corregir porque el Padre así me lo ha mandado. Por las distracciones que tenéis en la oración. Porque por ello, también pagaréis si no os corregís.
Cuando empiece la oración sumergiros en ella y despreocuparos de todo porque primero Dios, después Dios y siempre Dios. Y a Él la gloria.
Todo honor y toda adoración por siempre, hijos míos.
Tenéis que meteros en verdadero recogimiento y si no podéis, intentarlo. Y no estar pendientes unas de otras.
Por ello, llevo 10 años en el purgatorio y esta tarde, por vuestras oraciones, y si lo hacéis con recogimiento, saldré de él.
Todo este lugar está lleno de almas que vienen buscando alivio con vuestras oraciones.
El acortar el purgatorio y salir a muchas de él. Por ello, ofrecer esta tarde el rosario por los méritos de la Pasión de Nuestro Salvador, por los dolores y lágrimas de nuestra Madre Inmaculada, el rosario por las benditas almas del purgatorio.
Por nosotros, almas purgantes que ardemos en deseos de estar en la gloria con nuestros Señor y con nuestra Madre, hijos míos.
Nos os extrañéis que os llame hijos míos, pues una madre de un convento a todos llama hijos.
Porque nuestro Señor, a todos, a todos, los hombres nos da por hijos para que pidamos en la tierra por ellos.
No quiero que paséis en el purgatorio el tiempo que he estado yo y que hoy saldré por las gracias de vuestras oraciones unidas a la pasión y a los méritos de nuestro Señor y de nuestra Madre. 
Por ello, el Padre me manda para que os lo diga, hijos míos.
Os ama tanto, tanto, tanto que, si supierais un poquito de lo que os ama, vuestro Padre y el mío, y del toda las almas haríais verdaderos esfuerzos en no ofenderle jamás.

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