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martes, 3 de mayo de 2016

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES
 
 5 MARZO DE 2016



Jesús
Hijos míos, vuestro Padre, Jesús de Nazaret, se ha hecho presente en este cenáculo junto con mi Madre y vuestra formado y dirigido por Nuestros Sagrados e Inmaculados Corazones.
Si, hija mía, vuelves a oír las cadenas que oíste ayer durante toda la Santa Misa, al igual que vuelves a ver el rostro de mi Madre, todo lleno de lagrimas. Y a tu Jesús cayendo una y otra, y otra, y otra, cargando una vez más sobre Mí los pecados de la humanidad.
Pero en este caso, los pecados de los que se llaman míos.
Las cadenas que oías eran las cadenas que llevaban las mujeres y hombres en ese templo y en todos, las cadenas del pecado.
Dicen amarme, vienen al templo. Dicen seguirme pero incumplen mandamientos. No hacen mi santa voluntad.
Llevan una vida fácil, sin sacrificios.
Dicen amarme y no hay caridad y amor para los hermanos, sólo para aquellos que les caen bien o les están agradecidos.
Estas son las cadenas del pecado también, del sufrimiento, de no querer seguir adelante con los sufrimientos de cada día, las cadenas son las quejas y una vez y otra y otra caigo abrumado por tanto dolor como me producen las almas que se llaman mías.
Las almas que son mías son aquellas que pisan fuertemente en cada huella ensangrentada que dejaron en la tierra. Que me siguen en las alegrías y en las penas, que aman al hermano, entonces en verdad que me aman a Mí, que no andan con tapujos.
Las almas transparentes porque Yo soy transparente, las almas sin dobleces, las almas puras, los corazones tiernos y llenos de inmenso amor al prójimo.
Las almas que perdonan de corazón, las almas que aceptan al hermano y no juzgan, lo abrazan y le aman de corazón, hijas mías.
¡Cuánta hipocresía! Y no se puede servir a dos señores. O se me sirve a Mí enteramente caminando en las palabras de vuestras Jesús, en mis huellas ensangrentadas que son los mandamientos y mi palabra tal y como está escrita en el Evangelio, que no os confundan y no os vengan diciendo palabras que no he dicho en el Evangelio, lo escrito escrito esta y nada de él se puede cambiar, ni interpretar, ni querer decir de mis palabras cosas que no son y poner cosas que no están escritas para hacer esta vida más fácil y llevadera.
Mi Padre no prometió al hombre la felicidad en esta tierra, esta tierra es un camino para llegar al cielo.
Conmigo, con el Padre y el Paráclito está la felicidad aún en el sufrimientos, hijas mías.
Aprended de mi Madre dolorosa a llevarlo todo con amor y perdonando, extendiendo sus manos y estrechando en ellas a mis verdugos que se arrepintieron.
Tener el corazón de María, ella, fijaros el dolor tan inmenso que sintió su corazón al verme abandonado pro los discípulos.
¡Qué espada tan inmensa atravesó su corazón, qué dolor tan inmenso!
Algunos volvieron arrepentidos llenos de dolor, mi Madre los extendió los brazos y los estrechó en ellos.
A los que se sentían más arrepentidos mandó a Juan y volvió a acariciarlos, estrechándolos y los acogió en su Inmaculado Corazón.
Al igual que a los verdugos que se arrepintieron.
Y a una multitud que quería mi crucifixión y luego se arrepintieron.
A todos acogió mi Madre con amor, a todos consoló, a todos curó y a todos los trajo a mi corazón.

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