MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES
27 ABRIL DE 2016
Espíritu Santo
La Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el
Paráclito, me he hecho presente junto con mi Esposa, la Inmaculada y siempre
Virgen María.
En este cenáculo formado por los Sagrados e
Inmaculados Corazones y el fuego de mi amor.
¿Qué ves, hija mía?
Rosa
Veo un monte, con un valle abajo todo verde con
muchas florecillas pequeñas y hermosas de diferentes colores. Esas florecillas
se abren como en siete brazos y suben la ladera del monte.
Veo al Paráclito todo vestido de blanco, todo lleno
de luz. Su Divino rostro es todo luz y amor.
Veo venir a la Virgen toda vestida de blanco, sus
cabellos entre rojizos y rubio oscuro desprenden llamaradas de luz. La veo como
se va envolviendo toda en luz y le sale en todo el pecho, veo su Inmaculado
Corazón, un rubí inmenso y grande que desprende destellos de luz roja que van
cayendo sobre la ladera del monte hacia abajo y va cubriendo todo el valle.
Veo al Señor todo lleno de luz también. Sopla sobre
el monte y salen llamaradas de fuego que parecen subir que también van
descendiendo por el monte y por todo el valle.
Veo abrirse siete ramales encima del monte donde está
el Paráclito y la Virgen, son siete ramas. De esas ramas empieza a surgir mucho
agua, cae como cascadas de agua cristalina sobre el monte y va bañando toda la
pradera.
Las florecillas las veo más hermosas que antes, es
como si estuvieran vivas sobre esta aguas van cayendo también las gracias que
van desprendiendo el corazón de la Santísima Virgen. Al igual que el fuego que
el Paráclito exhala, sale de su boca, van cayendo también de este fuego
sobre estos ramales de agua cristalina
que va bañando todo el monte y todo el valle.
Nuestra Madre
Si, hija mía, el agua es la vida para los que creen y
los que se convierten y de ella sacan la fuerza al igual que de las gracias y
de los dones que derramo para los hombres y a cada hombre representado en esta
visión en florecilla le llega el don o los dones que necesita al igual que las
gracias que mi Inmaculado Corazón de vuestra Madre también se derraman
abundantemente sobre esta agua para dar fuerzas a los débiles y coraje a los
que son fuertes para ellos y sus hermanos.
El agua es la fuente de agua viva que brota
constantemente del costado de la segunda persona de la Santísima Trinidad,
Jesús, el Hijo del Dios vivo.
Todo el que beba de esta agua, de este fuego y de
las gracias de la Inmaculada, vuestra Madre, no perecerá.
El hombre tiene en esta vida todo lo necesario para
salvarse.
La Iglesia donde están los sacramentos impartidos por
las almas consagradas a las almas que los piden.
Los Evangelios, los mandamientos y a Jesús presente,
real y vivo en la Eucaristía y cuando le recibís en vuestro pecho, más todas
las gracias extraordinarias que derramamos constantemente sobre la humanidad.
El hombre jamás podrá decir que no ha sido llamado,
que no se le han dado gracias, avisos y el amor de todo un Dios tres veces
santo para atraerlos cada vez más fuerte a los brazos del Padre.
El mundo ya está avisado, todo él de la Buena Nueva,
del verdadero Dios, del verdadero Padre que le creó, del amor tan inmenso que
la humanidad tiene el Padre, el Hijo y el Paráclito, que es Él que os habla.
Por todos los confines de la tierra han llegado
nuestras palabras, por la Iglesia y por las apariciones de la Inmaculada, del
Padre, del Hijo y de Mí, el Paráclito.
El mundo entero ya ha sido evangelizado pero una gran
mayoría no han creído a la Iglesia ni en nuestras manifestaciones y viven a su
libre albedrío haciendo lo que les viene en gana al margen de Dios, creyéndose
cada uno Dios, un dios de sí mismo y rechazando el amor del Dios Trino, de la
Inmaculada y se niegan a conocernos.
Todo está en puertas.
El mundo ha llegado a un grado de maldad y de
perversidad como jamás se ha dado en la tierra. Estar alerta a las señales del acontecimiento que pronto
se va a dar, el primero de ellos, el Aviso, para atraer a todos los hombres al
Padre. Habrá conversiones pero no se convertirá toda la humanidad.
Y eso, hiere fuertemente los corazones de Jesús y de
María.
Desgarran estos corazones que tanto amor, Jesús, en
la cruz dio la vida por toda la humanidad, por todos los hombres. Estar alertas
a las señales que se van a producir antes del Aviso.
Y pedir por los corazones de los hombres, de los
pecadores más empedernidos para que el fuego de mi amor derrita el hielo y la dureza
de esos corazones y podamos entrar las tres personas en esos corazones y contrito,
arrepentidos y llorosos se den cuenta de sus vidas de pecados pidan perdón y el
Padre los acoja en su corazón.
Pedir para que esto suceda porque muchas almas se
embrutecerán más y solamente una pequeña parte de la humanidad será salvada.
Hijos míos, pedir mucho por la conversión de los
pobres pecadores que tanto dolor y tanto sufrimiento nos causan.
Os bendigo como el Padre os bendice por medio de su
amor, de su poder y de su fuerza.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Paráclito, que es el que os os
está bendiciendo.
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