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viernes, 4 de agosto de 2017

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

23 JUNIO DE 2017



Jesús
Mis hijitos queridos tan amados de mi Sagrado corazón y del Inmaculado Corazón de mi santísima Madre y vuestra.
Vuestro Jesús agonizante se ha hecho presente en medio de vosotros en este grupo formado y dirigido por nuestros Sagrados e Inmaculados corazones.
Arrodillaos y pedir perdón por vuestros pecados y por los pecados de vuestros familiares y por los del mundo entero.
Yo os perdono, hijos míos, todos vuestros pecados y en estos momentos sois lavados en el agua y la sangre que brota a raudales de mi sagrado corazón, hijos míos.
Hijos míos, dadme de beber. Tengo sed, hijos míos, tengo mucha sed.
Sed de los desprecios de los hombres, sed del abandono de los míos, sed de ser el gran desconocido. Sed de los que se mofan de su Dios, me profanan y comenten con mi cuerpo y mi sangre grandes sacrilegios, hijos míos.
Sed de muchas almas consagradas que han perdido la fe y llevan a las almas por caminos tenebrosos. Tengo mucha sed, hijos míos. ¡Que dolor siente mi corazón, que inmenso dolor al ver la poca importancia que, en muchos de mis templos, hoy no dan a mi Sagrado Corazón, hijos míos!
En este grupo formado por mi Sagrados e Inmaculados Corazones, el mío y el de mi Madre, encuentro todo el amor, todo el consuelo, toda la gloria, toda la adoración, todo el alivio, que en esos templos no me dan, hijos míos.
Vosotros sois el consuelo y el amor de vuestro Jesús. Aquí vengo a refugiarme, que me deis de beber de vuestro amor, hijos míos.
A reclinar mi cabeza en vuestro pecho para seguir teniendo algo más de tiempo para no castigar al hombre como se merece, hijos míos.
Besar el suelo, poneros con el rostro en tierra para desagraviar a vuestro Jesús de tanto pecado como se está cometiendo ahora en España, los pecados más abominables de la carne, hijos míos. Reparar vosotros tanta flagelación, tanto latigazo como estoy recibiendo, tantas espinas como me están coronando y perforando mi cabeza.
Tantos clavos como están taladrando mis manos y mis pies. Tanta hiel y vinagre como me están dando a beber, hijos míos.
Tener piedad de vuestro Jesús, hijos míos, y desclavarme los clavos de las manos y de los pies y con vuestro amor curar cada latigazo que me están dando, hijos míos.
Pero mi corazón, dentro de tanto dolor y sufrimiento, y desgarro también está contento por todas las almas fieles que hoy me están amando, honrando y adorando, hijos míos.
Venir a mi corazón todos los que estéis afligidos, venir a mi corazón todos los que estéis cansados. Venir a mi corazón todos los que estéis atribulados, enfermos de cuerpo y de alma.
Venir a mi corazón todos los que estéis llenos de problemas, de angustias. Venir todos, hijos míos, y beber de él que en el encontraréis el consuelo, la fuerza, la curación y el remedio a todos vuestros males, hijos míos.
Gracias por haber acudido a mi llamada. Gracias por consolar a vuestro Jesús, por darme de beber de vuestro amor, de vuestros sacrificios y de vuestra renuncia al mundo, hijos míos.
¡Os amo tanto, tanto, tanto, tanto os amo, hijos míos! Que me duelo con vuestros sufrimientos y me alegro con vuestras alegrías. Venir, hijos míos, contarme vuestros problemas, vuestras alegrías que Yo os escucho, os acaricio y os adentro en mi Sagrado Corazón, hijos míos.
En él tenéis el remedio. Fuera de mí y de mi Madre, hijos míos, os encontrareis la muerte, la muerte eterna, hijos míos, y no podréis con los sufrimientos y enfermedades.
En mí, lo podréis todo. Yo soy vuestra fuerza, yo soy vuestro poder. Soy vuestro cirineo, hijos míos.
Gracias mis niños y mis niñas por estar aquí, en esta tarde, cogiendo el dolor de vuestro Jesús, de este sagrado Corazón agonizante.
¡Que dolor ver que una gran mayoría, una gran multitud, la mayoría de los que se reúnen en estos días en tan abominación de la carne son pastos de las llamas del infierno, hijos míos!
¿Qué no daría Yo por salvarlos a todos?
Pero me escupen, me abofetean, me llenan la cabeza de espinas, me flagelan cruelmente y me vuelven otra vez a crucificar, hijos míos.
Hija mía, yo los perdono, pero ellos no quieren, hija mía, no quieren mi perdón y mi Padre dio una cosa muy valiosa, que es la libertad.
Todo hombre y mujer sabe lo que está bien y lo que está mal y contra ello, contra la libertad que es respetada por el Padre, el Hijo que es el que os está hablando y por el Espíritu Santo, nada podemos, hijos míos.
Proclamar el amor a los hombres de mi Sagrado Corazón. Decirles que les estoy esperando, que les estoy llamando, que salgo a sus caminos con los brazos abiertos, hijos míos, para abrazarlos como mi Padre al hijo pródigo y en la mayoría de ellos recibo rechazo, desprecio, burla y me apartar de ellos como un leproso, hijos míos.
Pero en verdad os digo, España es mía, España es de mi Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón de mi Madre y vuestra y el enemigo de las almas no podrá con ella. Surgirá toda bella y hermosa después de la gran purificación y a ella vendrán de todas las partes de la tierra, hijos míos.
España es tierra del Sagrado Corazón, de mi Sagrado Corazón, hijos míos.
España es tierra de la inmaculada, de su Inmaculado Corazón y las puertas del infierno, todas las fuerzas y todo el mal que Lucifer envíe contra España no podrá vencerla, no podrá con ella, porque es defendida por nuestros Sagrados e Inmaculados Corazones, por San Miguel y por vosotros, hijos míos, los apóstoles de estos últimos tiempos, los apóstoles de vuestro Jesús crucificado y de vuestra Madre doloroso. Sois el carcamal de mi Madre y el de vuestro Jesús.
Nada podrá contra vosotros si seguís mis huellas ensangrentadas, cada palabra, cada consejo y enseñanza que os hemos venido dando y os damos, hijos míos.
Pero antes, os vuelvo a repetir, despojaros de las cosas del mundo, de todo y revestiros de Mí y de mi Madre. Y vivir en Mí y de Mí
Sacrificaos, renunciar a todo lo que no sea Yo, Jesús, el Padre, el Paráclito y la Inmaculada. Llevar todos vuestros dolores y sufrimientos con amor, sin quejaros y no preocuparos tanto de ellos. Sois almas reparadoras, y a las almas reparadoras las visto con mis joyas.
Las espinas, los clavos, los salivazos, los flagelos y en el cielo seréis vestidas con las joyas más hermosas y más bellas que jamás habéis visto y habéis soñar, hijos míos e hijas mías.
¡Alegraos y regocijaos y no quejaros tanto!
Que ello es prenda para vuestra salvación, la salvación de los familiares más cercanos, de algunos. Para atraer a los hombres a mí, vuestros hermanos y para reparar y desagraviar a todo un Dios y a vuestra Madre Inmaculada.
Os amo tanto, tanto, tanto y tanto y a los que más amo los revisto de mis joyas y vosotros las despreciáis y no las queréis, las tiráis porque no os gusta sufrir y os digo una cosa, hijos míos, sin sufrimiento no hay salvación.
Yo no os prometo, os he prometido la felicidad en la tierra, pero si os prometo la felicidad junto a Mí en el cielo si hacéis lo que Yo os digo y mi Madre os dice.
Leer todos los días un mensaje, que mis palabras y las de mi Madre y la de las almas que mi Padre y el Paráclito os mandan, no es para meterlas en un cajón, es para que las meditéis diariamente en vuestros hogares delante de Mí, en el sagrario. Es palabra viva. En ellas está vuestro Jesús, está vuestra Madre, está vuestro Padre y el mío y está el Paráclito.
Es el libro de las enseñanzas de los corazones de Jesús y de María. Es el libro del amor a mis hijos predilectos.
Haced de él, vuestro libro de meditación. Y si lo hacéis así los que han crecido espiritualmente crecerán más, los que no han crecido tanto también crecerán y llegaréis a la santidad.
Amaros unos a otros, ayudaros.
Mi corazón os estrecha a todos y os adentro dentro de él, hijos míos. Bebe de mi corazón diciendo este rosario que tanto me gusta, hija mía,  y que alegra tanto mi corazón.
Jesús manso y humilde de corazón. Haz mi corazón semejante al tuyo.
Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.
¡No sabéis, hijos míos, cuando decís en ti confío! ¡La alegría y el gozo que siente mi corazón! Mi corazón salta de gozo y de alegría. Y mi corazón sana.
Gracias, hijas mías.
Por favor, necesito la confianza de mis hijos, ya que en una gran parte de la humanidad no la tengo. Dármela vosotros diciendo siempre con amor: Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.
Pedirme: hacer vuestro corazón semejante al mío, hijos míos. Y os prometo que vuestros corazones cambiarán, serán tiernos, llenos de mi amor y amaréis en mi amor. Hijos míos, os lo prometo.
Os bendigo mis niños y mis niños con grandes bendiciones, protecciones y gracias que brotan de mi Sagrado Corazón para la gran tribulación, para los enfermos, para los oprimidos, para los agobiados, para atraer a mi corazón a los pecadores y en ellos pongo una gracia y una protección muy especial; inmensa. Más grande que la
Tierra, que es la protección de mi Sagrado Corazón.
Estáis bebiendo de las enseñanzas de los corazones, de nuestros sagrados e inmaculados corazones.
Estáis siendo educados como unos buenos padres a sus hijos, así estáis siendo educados por Jesús, el que os habla, y por María, mi madre y vuestra.
Por el Padre eterno que os ama sin medida.

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