MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES
23 JUNIO DE 2017
Jesús
Mis hijitos queridos tan amados de mi Sagrado corazón
y del Inmaculado Corazón de mi santísima Madre y vuestra.
Vuestro Jesús agonizante se ha hecho presente en
medio de vosotros en este grupo formado y dirigido por nuestros Sagrados e
Inmaculados corazones.
Arrodillaos y pedir perdón por vuestros pecados y por
los pecados de vuestros familiares y por los del mundo entero.
Yo os perdono, hijos míos, todos vuestros pecados y
en estos momentos sois lavados en el agua y la sangre que brota a raudales de
mi sagrado corazón, hijos míos.
Hijos míos, dadme de beber. Tengo sed, hijos míos,
tengo mucha sed.
Sed de los desprecios de los hombres, sed del
abandono de los míos, sed de ser el gran desconocido. Sed de los que se mofan
de su Dios, me profanan y comenten con mi cuerpo y mi sangre grandes
sacrilegios, hijos míos.
Sed de muchas almas consagradas que han perdido la fe
y llevan a las almas por caminos tenebrosos. Tengo mucha sed, hijos míos. ¡Que
dolor siente mi corazón, que inmenso dolor al ver la poca importancia que, en
muchos de mis templos, hoy no dan a mi Sagrado Corazón, hijos míos!
En este grupo formado por mi Sagrados e Inmaculados
Corazones, el mío y el de mi Madre, encuentro todo el amor, todo el consuelo,
toda la gloria, toda la adoración, todo el alivio, que en esos templos no me
dan, hijos míos.
Vosotros sois el consuelo y el amor de vuestro Jesús.
Aquí vengo a refugiarme, que me deis de beber de vuestro amor, hijos míos.
A reclinar mi cabeza en vuestro pecho para seguir
teniendo algo más de tiempo para no castigar al hombre como se merece, hijos
míos.
Besar el suelo, poneros con el rostro en tierra para
desagraviar a vuestro Jesús de tanto pecado como se está cometiendo ahora en
España, los pecados más abominables de la carne, hijos míos. Reparar vosotros
tanta flagelación, tanto latigazo como estoy recibiendo, tantas espinas como me
están coronando y perforando mi cabeza.
Tantos clavos como están taladrando mis manos y mis
pies. Tanta hiel y vinagre como me están dando a beber, hijos míos.
Tener piedad de vuestro Jesús, hijos míos, y
desclavarme los clavos de las manos y de los pies y con vuestro amor curar cada
latigazo que me están dando, hijos míos.
Pero mi corazón, dentro de tanto dolor y sufrimiento,
y desgarro también está contento por todas las almas fieles que hoy me están
amando, honrando y adorando, hijos míos.
Venir a mi corazón todos los que estéis afligidos,
venir a mi corazón todos los que estéis cansados. Venir a mi corazón todos los
que estéis atribulados, enfermos de cuerpo y de alma.
Venir a mi corazón todos los que estéis llenos de
problemas, de angustias. Venir todos, hijos míos, y beber de él que en el
encontraréis el consuelo, la fuerza, la curación y el remedio a todos vuestros
males, hijos míos.
Gracias por haber acudido a mi llamada. Gracias por
consolar a vuestro Jesús, por darme de beber de vuestro amor, de vuestros
sacrificios y de vuestra renuncia al mundo, hijos míos.
¡Os amo tanto, tanto, tanto, tanto os amo, hijos
míos! Que me duelo con vuestros sufrimientos y me alegro con vuestras alegrías.
Venir, hijos míos, contarme vuestros problemas, vuestras alegrías que Yo os
escucho, os acaricio y os adentro en mi Sagrado Corazón, hijos míos.
En él tenéis el remedio. Fuera de mí y de mi Madre,
hijos míos, os encontrareis la muerte, la muerte eterna, hijos míos, y no podréis
con los sufrimientos y enfermedades.
En mí, lo podréis todo. Yo soy vuestra fuerza, yo soy
vuestro poder. Soy vuestro cirineo, hijos míos.
Gracias mis niños y mis niñas por estar aquí, en esta
tarde, cogiendo el dolor de vuestro Jesús, de este sagrado Corazón agonizante.
¡Que dolor ver que una gran mayoría, una gran
multitud, la mayoría de los que se reúnen en estos días en tan abominación de
la carne son pastos de las llamas del infierno, hijos míos!
¿Qué no daría Yo por salvarlos a todos?
Pero me escupen, me abofetean, me llenan la cabeza de
espinas, me flagelan cruelmente y me vuelven otra vez a crucificar, hijos míos.
Hija mía, yo los perdono, pero ellos no quieren, hija
mía, no quieren mi perdón y mi Padre dio una cosa muy valiosa, que es la libertad.
Todo hombre y mujer sabe lo que está bien y lo que
está mal y contra ello, contra la libertad que es respetada por el Padre, el
Hijo que es el que os está hablando y por el Espíritu Santo, nada podemos,
hijos míos.
Proclamar el amor a los hombres de mi Sagrado
Corazón. Decirles que les estoy esperando, que les estoy llamando, que salgo a
sus caminos con los brazos abiertos, hijos míos, para abrazarlos como mi Padre
al hijo pródigo y en la mayoría de ellos recibo rechazo, desprecio, burla y me
apartar de ellos como un leproso, hijos míos.
Pero en verdad os digo, España es mía, España es de
mi Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón de mi Madre y vuestra y el enemigo
de las almas no podrá con ella. Surgirá toda bella y hermosa después de la gran
purificación y a ella vendrán de todas las partes de la tierra, hijos míos.
España es tierra del Sagrado Corazón, de mi Sagrado
Corazón, hijos míos.
España es tierra de la inmaculada, de su Inmaculado
Corazón y las puertas del infierno, todas las fuerzas y todo el mal que Lucifer
envíe contra España no podrá vencerla, no podrá con ella, porque es defendida
por nuestros Sagrados e Inmaculados Corazones, por San Miguel y por vosotros,
hijos míos, los apóstoles de estos últimos tiempos, los apóstoles de vuestro
Jesús crucificado y de vuestra Madre doloroso. Sois el carcamal de mi Madre y
el de vuestro Jesús.
Nada podrá contra vosotros si seguís mis huellas
ensangrentadas, cada palabra, cada consejo y enseñanza que os hemos venido
dando y os damos, hijos míos.
Pero antes, os vuelvo a repetir, despojaros de las
cosas del mundo, de todo y revestiros de Mí y de mi Madre. Y vivir en Mí y de
Mí
Sacrificaos, renunciar a todo lo que no sea Yo,
Jesús, el Padre, el Paráclito y la Inmaculada. Llevar todos vuestros dolores y
sufrimientos con amor, sin quejaros y no preocuparos tanto de ellos. Sois almas
reparadoras, y a las almas reparadoras las visto con mis joyas.
Las espinas, los clavos, los salivazos, los flagelos
y en el cielo seréis vestidas con las joyas más hermosas y más bellas que jamás
habéis visto y habéis soñar, hijos míos e hijas mías.
¡Alegraos y regocijaos y no quejaros tanto!
Que ello es prenda para vuestra salvación, la
salvación de los familiares más cercanos, de algunos. Para atraer a los hombres
a mí, vuestros hermanos y para reparar y desagraviar a todo un Dios y a vuestra
Madre Inmaculada.
Os amo tanto, tanto, tanto y tanto y a los que más
amo los revisto de mis joyas y vosotros las despreciáis y no las queréis, las
tiráis porque no os gusta sufrir y os digo una cosa, hijos míos, sin
sufrimiento no hay salvación.
Yo no os prometo, os he prometido la felicidad en la
tierra, pero si os prometo la felicidad junto a Mí en el cielo si hacéis lo que
Yo os digo y mi Madre os dice.
Leer todos los días un mensaje, que mis palabras y las
de mi Madre y la de las almas que mi Padre y el Paráclito os mandan, no es para
meterlas en un cajón, es para que las meditéis diariamente en vuestros hogares
delante de Mí, en el sagrario. Es palabra viva. En ellas está vuestro Jesús,
está vuestra Madre, está vuestro Padre y el mío y está el Paráclito.
Es el libro de las enseñanzas de los corazones de
Jesús y de María. Es el libro del amor a mis hijos predilectos.
Haced de él, vuestro libro de meditación. Y si lo
hacéis así los que han crecido espiritualmente crecerán más, los que no han
crecido tanto también crecerán y llegaréis a la santidad.
Amaros unos a otros, ayudaros.
Mi corazón os estrecha a todos y os adentro dentro de
él, hijos míos. Bebe de mi corazón diciendo este rosario que tanto me gusta,
hija mía, y que alegra tanto mi corazón.
Jesús manso y
humilde de corazón. Haz mi corazón semejante al tuyo.
Sagrado Corazón
de Jesús, en ti confío.
¡No sabéis, hijos míos, cuando decís en ti confío! ¡La
alegría y el gozo que siente mi corazón! Mi corazón salta de gozo y de alegría.
Y mi corazón sana.
Gracias, hijas mías.
Por favor, necesito la confianza de mis hijos, ya que
en una gran parte de la humanidad no la tengo. Dármela vosotros diciendo
siempre con amor: Sagrado Corazón de
Jesús, en ti confío.
Pedirme: hacer vuestro corazón semejante al mío,
hijos míos. Y os prometo que vuestros corazones cambiarán, serán tiernos, llenos
de mi amor y amaréis en mi amor. Hijos míos, os lo prometo.
Os bendigo mis niños y mis niños con grandes
bendiciones, protecciones y gracias que brotan de mi Sagrado Corazón para la
gran tribulación, para los enfermos, para los oprimidos, para los agobiados,
para atraer a mi corazón a los pecadores y en ellos pongo una gracia y una
protección muy especial; inmensa. Más grande que la
Tierra, que es la protección de mi Sagrado Corazón.
Estáis bebiendo de las enseñanzas de los corazones, de nuestros sagrados e inmaculados corazones.
Estáis siendo educados como unos buenos padres a sus
hijos, así estáis siendo educados por Jesús, el que os habla, y por María, mi
madre y vuestra.
Por el Padre eterno que os ama sin medida.
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