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viernes, 4 de agosto de 2017

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

3 JUNIO DE 2017



Espíritu Santo
El Espíritu Santo, hijos míos, se ha hecho presente en medio de vosotros y me posaré en cada uno de los presentes.
Hija mía, ¿qué ves?

Belén
Veo una sala muy grande, con cuatro columnas.
Esas columnas y esta sala no son de piedra, es como si fuera de cristal. No tiene techo. Hay un circulo muy grande en redondo.
Veo venir muchos ángeles. Traen a la virgen sentada en un trono. La posan con mucho amor, reverencia y delicadeza.

Espíritu Santo
En ese círculo, hijos míos, el amor del Padre y del Hijo os traigo en esta tarde, porque el Paráclito está en medio de vosotros.
Hija mía, describe lo que ves.

Belén
La Virgen está sentada en un trono dorado.
Lleva un vestido suelto, azulón, ni oscuro, oscuro, ni el azulón claro.
En la cintura lleva un cordón dorado. El manto de la Virgen es todo dorado. Por encima del manto lleva otro velo dorado que le lleva a la Virgen, más o menos por aquí. 
Sus cabellos no son rubio oscuro ni rubio claro. No sé describir bien el color.
Y lleva reflejos del mismo pelo como cobrizos.
¡Es hermosísima!
Y sus ojos azules, tampoco ni claros ni oscuros.
En su cabeza, alrededor, lleva una corona toda de oro y de piedras preciosas.
En sus pies lleva unas sandalias de tiras, una adelante y otra detrás, también doradas.
La Virgen está toda llena de luz.
Veo otros ángeles porque los anteriores se han puesto de rodillas con la cabeza en el suelo ante la Virgen.
Veo otros ángeles traer otro trono y lo ponen al lado de la Virgen.
Veo al Paráclito todo de blanco. ¡Qué hermosura!
Los ojos como la Virgen, los cabellos un poco más oscuros que los del Virgen.
Nos bendice y se sienta. Los ángeles también se postran en tierra, alaban y dan gloria al Paráclito y a la Virgen.
El circulo está un poco más alto que el suelo de la sala que os descrito.
Veo que la sala se llena de muchas almas, todas llevan túnicas blancas, otras azules, otras rojas, otras marrones.
Todos se arrodillan uy con la cabeza en el suelo también adoran, alaban, glorifican y demuestran su amor al Paráclito y a la Santísima Virgen.

Espíritu Santo
Hijos míos, arrodillaros todos y pedir perdón por vuestros pecados, por los de vuestros familiares y por los del mundo entero.
Los que podáis poner la cabeza en tierra.
Orar el Señor mío, Jesucristo…..
Levantar vuestras cabezas hacía arriba, que vuestro Dios, la tercera persona de la Trinidad, va a ir pasando uno por uno y os voy a besar en el fuego de mi amor.
En este beso que os doy quedan sellados los siete dones en cada uno que la Iglesia ha enseñado y enseña, al igual que otros dones porque mis dones son muchos, también han quedado sellados en vuestra frente que es vuestra mente y en vuestro corazón.
No apagar el fuego de vuestro Dios y dejar que ardan, que dejar que se inflame de amor, dejar que salgan todos por los poros de vuestra piel.
Y prepararos en cuerpo y alma al segundo Pentecostés.
Todos los que has visto, hija mía, son los que os han precedido a la gloria eterna.
Y están dándome gracias, al igual que la Inmaculada, por tanto, como les di aquí en la tierra. Tanta gracia, tanto amor y tanta misericordia, que les hemos dado mi esposa la Inmaculada y Yo, el Paráclito.
Remedios a algunos problemas, fortaleza y ayuda en el dolor, a llevar la cruz y a llevar todas las alegrías, todas las adversidades en mi amor y en lo que les hemos ayudado porque también han creído, a vivir de la Divina Providencia.
Hijos míos, el segundo Pentecostés está muy cerca y os quiero alrededor de vuestra Madre Inmaculada pidiendo junto a ella, éste segundo Pentecostés con el mismo ardor que lo está pidiendo ella. Y fuerza para que no os asustéis como se asustaron mis pobres y santos apóstoles, al ver el aire, al sentir mi soplo y el fuego que ardía en el cenáculo, hijos míos.
Parecía que todo iba a desaparecer en ese mismo instante y quisieron echar a correr, pero mi amor los detuvo. ¡No sintáis nunca miedo del Dios Trino, que ni del Padre, ni del Hijo ni de mí, el Paráclito, nada malo os puede venir!
Sólo la gloria, en el cielo y parte de ella, si hacéis nuestra santa voluntad aquí en la tierra.
Despojaros de todo lo mundano, de todo lo que no huele a mí, al Padre y al Hijo y a la Inmaculada, que de nada os va a servir, hijos míos.
Mirar que os digo. Desnudos vinisteis a este mundo y desnudos volveréis a la tierra y ante mí, sólo llevaréis la túnica que os ponga la Inmaculada, que vestirá vuestra alma con ella.
Cumplir cada mandamiento, regiros por ellos, por los Evangelios y llevar a cabo las buenas obras.
Gracias por doy por haber acudido a vuestra llamada. Por estar aquí en esta tarde junto a la Inmaculada, vuestra Madre del primer y segundo Pentecostés y junto al Paráclito.
Mirar que os digo, hijos míos, no dar prioridad a nada de este mundo, a nada, porque nada vale la pena.
La prioridad a la Inmaculada, dársela al Padre, al Hijo y al Paráclito. Nada que esté fuera de mí, de la Trinidad y de la Inmaculada, nada tiene sentido y nada vale para nada.
¿sabéis para que vale? Para la condenación.
Porque la alegría de todo un Dios, tres veces santo, Padre, Hijo y Espíritu Santo es tener a nuestros hijos a nuestro lado, aquí abajo en la tierra y en el cielo, hijos míos.
A todos os he bañado en mi aliento.

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