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viernes, 1 de noviembre de 2019

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES


29 JUNIO DE 2019



Nuestra Madre
Hijos míos, vuestra Madre Inmaculada al igual que mi divino Hijo, nos hemos hecho presentes en esta tarde con nuestros corazones en la mano. En este grupo formado y dirigido por nuestros Sagrados e Inmaculados Corazones.
Venid y recibir todo el amor, toda la fe y toda la confianza de nuestros corazones, que os los estamos dando.
Poner en ellos, todas vuestras preocupaciones, dolores y sufrimientos para reparar y desagraviar tanto y tanto dolor como reciben constantemente nuestros corazones.
Nuestros corazones son de carne como los vuestros, hijos míos. 
Y, nuestros corazones están terriblemente heridos y desgarrados, y duele, ¡no veáis, hijos míos, como duele!
Tanto mi Hijo quiso asemejarse al hombre que se revistió de vuestra carne. Al igual, que de la mía. Pero pura y sin pecado. Y de un corazón de carne como el vuestro y de su Madre Inmaculada, puro. Para que el Padre no le fuera a negar nada de lo que pidiera por sus hermanos.
Al igual, que a mí, no me es negado nada que pido a mi Hijo, para mis hijos. Por ello, sois hijos de Reyes. 
Vuestro Reino junto a mi divino Hijo no es de este mundo. Es del mundo eterno. De la gloria donde, hijos míos, reside la Santísima Trinidad, vuestra Madre, vuestro Jesús, su corazón desgarrado al igual que el mío pero rebosante de infinito amor y misericordia por sus hermanos, mis hijos. Porque recordad, hijos míos, sois mis hijos. 
Tanto mi Hijo amó y ama al hombre que en la cruz, sin apenas ya poder hablar, porque a cada palabra con los pulmones encharcados se ahogaba, se asfixiaba, entre grandes tormentos y dolores, pronunció esta donación: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí, tienes a toda la humanidad que te doy por Madre, de toda ella. 
Hijo, hijos, ahí tienes a vuestra Madre. ¡Cuánto le costó, cuánto dolor le produjo todas estas pablaras que le recortaba y acortaba la respiración produciéndoles terribles dolores!, ¡Cuánto les costo! 
Pero no se quiso ir sin haceros saber que eráis mis hijos y Yo, vuestra Madre. Si decís, amar a Dios y amarme a mí, tenéis que tener plena confianza y dejarlo todo en nuestros corazones, con fe, con amor con confianza y esperanza.
Los dolores del Padre ante la Pasión y muerte de su Hijo. Los dolores de vuestra Madre ante tantas atrocidades como hicieron a mi Hijo, hasta verle morir en la cruz como un malhechor. Insultados por muchos aún cuando estaba agonizando. Siendo la risión de muchos. 
Viendo morir al Rey de reyes.
A vuestro Dios, creador y Redentor y de los dolores y atrocidades que recibió mi divino Hijo no ha habido, ni hay en el mundo, ni habrá, tanto dolor y sufrimiento como recibió vuestro Jesús y vuestra Madre para aliviaros también de los vuestros. 
Que por vuestra falta de confianza no so dejáis aliviar.
Tenéis que aprender a dejarlo todo en nuestros corazones. Y a dejar actuar a vuestro Jesús. Con fe, con confianza y esperanza, hijos míos.
Que la mayor parte de la fe y el amor se ha perdido en este mundo. Pero Yo os prometo que por la renovación de la consagración al Sagrado Corazón de mi divino Hijo muchos males serán suavizados y alguno será quitado. Pero la purificación tiene que darse en España y en los hombres y en las mujeres y hasta en los niños. 
Para que el Reino de mi divino Hijo sea dado en la tierra como en el cielo.
Pero no temer, en nuestros corazones estáis.
¡Ay, hijos míos, estáis muy adheridos a este mundo! Que no lo queréis dejar para gozar en el cielo.
Os recuerdo a todos, no habéis venido a morar en la tierra sino a morar en el cielo.
El camino en este mundo es para merecer la eternidad con Dios, hijos míos. 
Confianza, confianza, amor, fe y esperanza que en esta tarde os traen nuestros Sagrados Corazones y de ellos brotan torrentes de lluvia de gracia sobre cada uno de los presentes. 
In nomine Patri et Filie et Spiritu Sancti.

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