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viernes, 1 de noviembre de 2019

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES


20 JULIO DE 2019



Nuestra Madre
Hijos míos, vuestra Madre bajo la advocación de El Carmen, se ha hecho presente en medio de vosotros, en este cenáculo formado y dirigido por nuestros Sagrados e Inmaculados Corazones, hijos míos.
Hija mía, besa mis escapularios. Ellos son prenda de salvación eterna a todas las almas, impuestos los lleven con fe y amor.
Hijos míos, a los agonizantes y a los enfermos ponerles el escapulario pero no cuando no haya remedio. Un alma que muere, esa alma sale del cuerpo a la presencia de mi divino Hijo y rendirá ante Él cuentas de toda su vida, hijos míos.
El escapulario hay que ponerlo antes de que el alma haya salido del cuerpo, hijos míos.
El escapulario, el que lo lleva, recibe fuentes de bendiciones y de gracias para vivir en nuestro amor e imitar a vuestra Madre, que es la que os está hablando en este tarde, hijos míos.
El escapulario es conversión de pecadores.
El escapulario ahuyenta al enemigo infernal de las almas y a sus secuaces. Sobre todo, en la hora de la muerte.
Revestiros de vuestra Madre. 
El que lleva el escapulario se viste de vuestra Madre Inmaculada, hijos míos. 
Y, en esta advocación que es advocación de amor y misericordia, nada al alma le es negado. Pidiendo con confianza, fe y amor. Si es bueno para las almas por las que pedís y si es la voluntad del Padre que se os conceda.
Mirar, hijos míos, el Dios Trino: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y nuestros sagrados e Inmaculados Corazones han puesto raudales de gracias, de bendiciones, de protecciones para todo lo que necesitáis. 
Estar alertas y no dormiros, sobre todo, en las festividades grandes de vuestra Madre o de vuestro Jesús. 
En la Asunción, las siete Alegrías.
He venido llena de gozo con mi divino Hijo, niño, contenta y feliz a estar entre vosotros 
Quiero que pidáis siempre ante mi imagen que os obtenga la gracia de transformar vuestros corazones y que se asemejen al mío.
Quiero que viváis para el cielo y no para la tierra.
Quiero que aceptéis todo con amor, fe, confianza y esperanza.
Uniendo vuestros dolores y sufrimientos a nuestros corazones sagrados e inmaculados y dolorosos, hijos míos. 
Quiero que caminéis en las huellas ensangrentadas de mi divino Hijo con gozo y alegría. 
El gozo y la alegría de los hijos de Dios. 
Si camináis así, sentiréis en vuestro interior los latidos de nuestros corazones que ya están en muchos de vosotros, hijos míos. 
Recordar, no habéis venido a este mundo para quedaros en él. Habéis venido para heredar la eternidad en Dios y vivir eternamente en el cielo. 
¡Alegraos y regocijaos, que cada paso que dais en este mundo, es un paso menos que tenéis que dar en la tierra y un paso más que camináis al cielo donde os queremos porque para ello habéis sido creados, hijos míos e hijas mías! 
No os aferréis a este mundo. 
Vivir con fe, con humildad, con amor, con esperanza y confianza, con un corazón puro y limpio. Para que cuando deis el último paso en esta tierra y hayáis alcanzado los pasos para entrar en el cielo, mi divino Hijo os diga: ¡Venir a Mí. Con los brazos abiertos, benditos de mi Padre!
Ahí os quiero ver a todos. 
Hijos míos, este mundo en el que estáis, pasáis. En la eternidad con Dios, nunca. Recordarlo, hijos míos.
Os bendigo.
In nomine Patri et Filie et Spiritu Sancti.

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