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domingo, 6 de mayo de 2018

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

27 MARZO DE 2018


Jesús
Hoy el cielo y el purgatorio se han unido en este cenáculo.
Tengo sed. Dame de beber.
Tengo sed de almas. Sed de amor.
Amarme, hijos míos, por los que no me aman. Saciar la sed de mis labios llagados y desgarrados. 
De mi lengua perforada por la espina. Toda ensangrentada. Trayéndome almas por vuestras oraciones para saciar esta sed en el que el hombre al verme despreciado, no amado y desconocido de tantas y tantas almas que no quieren saber nada de su Dios, de su Redentor, hijos míos.
Porque en el tiempo en el que estamos, el mundo ya ha oído hablar de Mi, en todos los lugares del mundo se ha predicado mi doctrina, nos hemos manifestado, pero el hombre no quiere saber nada de Mí. Porque en el interior de su alma, de sus corazones saben que si me aceptan conlleva compromiso, un compromiso de renuncia al mundo, a los placeres, a todo lo mundano para unirse a su Redentor.
Y el mundo no quiere renuncias, el mundo quiere vivir en lo mundano, en la abundancia, en el poder, en los vicios.
Y me desprecian porque el verme, aunque sea en una imagen les recuerda el mal que están haciendo. Y quieren hacerme desaparecer de la faz de la tierra, aboliendo todo crucifijo, toda imagen y queriendo abolir el Santísimo Sacramente donde en él me hago pan y alimento para las almas.
En donde él estoy verdaderamente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad, hijos míos.
Mis labios ensangrentados, llagados, desgarrados. Mi lengua y mi paladar perforados. Mi garganta no encuentra alivio, ni agua porque solamente esta sed, esta sed de amor, de querer que mis hijos, todos, estén junto a Mí, solamente la pueden almas, las oraciones y las almas reparadoras como vosotras y vosotros, hijos míos. 
Traerme con vuestras oraciones, vuestros sacrificios, almas que me reconozcan, que me amen y que se reconcilien conmigo para ir apagando esta sed que me devora. 
Vosotros estáis junto a la cruz, con mi Madre, San Juan y la Magdalena. Vosotros sois parte de esa cruz, tenéis que llevar todo con amor y alegría porque si os veo tristes mi corazón se conduele. Quiero que me lo ofrezcáis todo con amor y alegría.
Para desagraviar a vuestro Jesús crucificado y a vuestra Madre dolorosa y para atraerme almas. San Juan y la Magdalena os ayudarán, hijos míos. Pedirles ayuda a los dos.
Mis almas reparadoras, ¡cuánto os amo!, ¡cuánto os amo, hijos míos e hijas mías!
Más os amo yo a vosotras, que mira, en la cruz estoy tendido por vuestro amor.
Pronto, hijos míos, pronto dejaréis de sufrir porque el mundo tal como lo conocéis desaparecerá y nacerá los nuevos cielos y la nueva tierra donde Yo acamparé con vosotros, San José, mi Madre, santos y ángeles y todo será un remanso de paz, de felicidad, donde se me amará verdaderamente. Donde todos podremos vivir como una verdadera familia. Donde verdaderamente todo será de uno y lo de uno será de todos. No como ahora. Y ello también duele mi corazón, lo traspasa.
Las espinas por el egoísmo del hombre que ve que sus hermanos lo pasan mal y pasan de largo y no saben que, al pasar de largo, pasan de Mi. Porque Yo estoy en el hermano.
Y, aquí, no me estoy refiriendo, hijos míos, a los que no me conocen, si no a los que me conocen. A los que os llamáis y se llaman míos.
Que cogen del Evangelio y cogéis lo que os conviene y desecháis lo que os cuesta y lo que les cuesta, y lo interpretáis y lo interpretan a su manera y a vuestra manera, hijos míos e hijas mías.
¡Vivir los mandamientos!
Esa es vuestra ley, la ley del Padre que se os ha dado.
Vivir el Evangelio que se os ha dado tal y como está escrito y no quitar ni una tilde, ni una coma ni un punto.
Vivir y caminar en mis huellas ensangrentadas de sangre. En mis enseñanzas, en mis consejos y en todo lo que os digo.
Uníos más fuertemente a mi Madre, en estos días para vivir la Pasión en mi Madre, en San Juan, en la Magdalena y en Mí. 
Quiero que, con vuestro amor, estos días, me enjuaguéis mi Santa Faz, como la Verónica. 
Yo no os prometo a ninguna ni a ninguno la felicidad en este mundo, pero si os la prometo en el cielo.
Llevar todos vuestros dolores, problemas y dificultades con paciencia y amor, ofreciéndomelo todo a través de Inmaculado Corazón doloroso de mi Madre y la vuestra y vuestro Jesús crucificado porque quiero salvar muchas almas en este último tiempo que queda.
En Mi es un minuto lo que queda de este tiempo.
Mira, bendigo, purifico y lavo, limpio a todas las almas del purgatorio que están aquí presentes y que volarán conmigo ahora a los cielos.
Os bendigo en el Padre, en mí, el Hijo y en el Paráclito.
Quedad en mi paz y en mi amor.
Pero, por favor, os pido, hijos míos, ser santos.
Que la santidad si la podéis lograr, hijos míos. 
Mi ayuda la tenéis y no enfadaros unas con otras por minudencias, hijos míos. 
Saber disculparos y amaros porque los hermanos, los verdaderos hermanos, no toman nada en cuenta. 
Practicar todos los días la humildad para llegar a ser verdaderamente humildes.

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