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lunes, 1 de abril de 2019



MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES

18 ENERO DE 2019



Nuestra Madre
Hijos míos, vuestra Madre bajo la advocación de nuestra Señora de la Preciosa Sangre se ha hecho presente al pie de la cruz con mi divino Hijo que me lo acaban de entregar muerto y puesto en mi regazo.
¡Que dolor más grande! No hay dolor más grande, hijos míos, que el que vuestra Madre pasó y sigo pasando al ver a su Hijo maniatado, calumniado, golpeado, burlado, desgarrado por los azotes y los golpes, cargado con una cruz, que ya, por los golpes, flagelos y demás, pocas fuerzas le quedaban, hijos míos, para llevarla.
Despojado de sus vestiduras. Tumbado a empujones en el madero, desgarrando sus carnes de sus manos y de sus pies. Nervios, tendones, hasta que penetraron los clavos entre la mano y la muñeca, hijos míos. Y los pies.
Puesto en alto la cruz, sin ningún miramiento, viendo la agonía y sintiendo la agonía de mi Hijo en la cruz. Sin apenas poder respirar. Se me ahogaba. 
Y mis manos, mis brazos imploraban al Padre para que terminara contra antes, esta agonía.
¡Qué dolor más acerbo, hijos míos!
El que sintió y sigue sintiendo vuestra Madre en la muerte tan atroz que jamás hombre sufrió, hijos míos. 
El Cordero de Dios que vino a sembrar el amor en el mundo y abolir todo pecado fue apresado y tratado como el mayor de lo malhechores. El inocente, el puro, cargó sobre él todas las impurezas, toda la inmundicia de todos los pecados de todos los tiempos hijos míos.
Y todo el dolor y sufrimiento del género humano.
¿qué ves, hija mía?

Belén
Veo un monte alto con una cruz inmensa. Una escalera que llega hasta los brazos. Una sábana colgada de ella manchada de sangre. Sentada al pie de la cruz, medio desvalida, desgarrada y sostenida por la misma cruz. 
Estáis vos, Madre mía. Señora mía y Madre mía.
Jesús muerto y sostenido por vuestros brazos, Madre.
Todo ensangrentado y llagado.
La Virgen llora. Las lágrimas van cayendo en el cuerpo inerte y la cabeza de su Hijos.
Se forma un corazón en su pecho. ¡que corazón, Madre!
Palpita, todas las venas, todos los conductos le salen por aquí, del corazón. Se le ha formado en medio del pecho.
Veo como viene sobre ese corazón una daga que le atraviesa el corazón de parte a parte. La Virgen se encoge, la sangre va cayendo sobre Ella y sobre Jesús.
El costado del Señor sale como una luz y empieza a manar sangre y agua. La sangre sigue manando de sus llagas. De las manos, así por el pecho, de las manos, de las rodillas, de los pies.
¡Oh, Dios!
Veo encima de la cruz, posado al Padre eterno.
La Madre vuelve los ojos al Padre 

Nuestra Madre
¡Padre mío, Padre de toda la humanidad! vuestra Hija, corredentora al pie de la cruz, con mi divino Hijo, el Redentor. Te suplico, por las súplicas que has dado al grupo, ¡por España y por Colombia!
Son las dos naciones que están reunidas, ahora mismo.
Padre mío, Padre de todos, eterno y misericordioso.
Recitar, hijos míos, las súplicas al Padre, para que escuche nuestra oración.
Empezar hijos míos.
“Padre eterno, yo te ofrezco la sangre, el alma y la divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor, Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los pecados del mundo entero”.
Sigue con la siguiente.
“Padre eterno en unión con al Apóstol Santiago, Santa Teresa de Ávila, San Isidro y el Ángel de España y por los méritos, las lágrimas y los dolores de nuestra de nuestra Madre capitana y reina, salva a España. Amén”.
“Padre eterno, Yo te ofrezco las lágrimas y dolores de nuestra Santísima Madre Inmaculada y Corredentora y las divinas llagas de vuestro divino Hijo para que tu justa cólera se suavice. Te piedad de todos tus hijos pecadores. Amén.
Padre eterno en unión con todos los arcángeles, los ángeles y santos te imploro Padre que la purificación, Señor, sea suavizada y abreviada. Por tu infinito amor y tu infinita misericordia. Amén”. 

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