MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES
10 FEBRERO DE 2017
Jesús
Gracias os doy por acompañar a vuestro Jesús en este
viernes. Dejándolo todo: familia y todo lo que en este día os podía impedir
venir a Mí.
Gracias por venir a Getsemaní a consolar y a limpiar
el sudor de sangre que mana por mi piel y mis lágrimas, mis fieles hijos e
hijas santas.
En esta santa noche en la que nada ha podido con
vosotras. Así os quiero hijas mías e hijos míos.
Con ello, reparáis el corazón roto de vuestro Jesús y
el dolor de la ingratitud de los hombres que una y otra, y otra, recibo, hijos
míos.
Ese dolor de tanta ingratitud hace brotar sangre por
todos los poros de mi piel, hijas mías e hijos míos. Y el dolor de vuestro
Jesús es inmenso, ningún dolor de la tierra puede compararse al de vuestro Jesús,
hijos míos.
No ha habido ni hay dolor más grande que el de
vuestro Jesús. Que sólo es mitigado por las almas fieles y las que están en
camino de santidad como vosotras, hijas mías.
¡Qué pocas almas se preocupan de consolar a vuestro
Jesús! De limpiar mis lágrimas y salivazos, de reparar con sus besos mis
mejillas lastimadas y desgarradas en los golpes al caerme y en las bofetadas y
latigazos que alguno se escapó contra mi rostro, hijos míos.
Vosotras y vosotros preocuparos de vuestro Jesús que
Yo me preocuparé de cada uno y cada una de vosotros, hijos míos.
Que nada os aparte de Mí cuando os llamo.
Y veréis lo que vuestro Jesús hace con vuestras
súplicas, si me sois fieles, hijos míos e hijas mías.
Por ello, en esta tarde noche los que estáis aquí
presentes vuestras cabezas son ungidas en el nombre de vuestro Jesús y el
Espíritu Santo posará una lengua sobre cada uno de los presentes.
Esta es la señal de que sois míos, del Padre y del
Paráclito y contra más las tinieblas avancen y la tierra se oscurezcan, el Espíritu
Santo en esa lengua que acaba de descender en cada uno y cada una de vosotros y
vosotras, hijos míos e hijas mías, hablará por vuestras bocas.
No tengáis miedo y dejarle hablar y ser su instrumento.
Como lo sois míos, hijos míos e hijas mías.
Y todos los objetos religiosos que tenéis aquí junto
a vosotros en esta noche, todos son sumergidos en la luz de Cristo y en mi
Preciosa Sangre que mana por todos los poros de mi piel.
Os bendigo con estas grandes gracias y bendiciones al
igual que a los objetos religiosos, hijos míos e hijas mías.
En el poder de Dios Padre, en el poder de Dios Hijo,
que es Él que os está hablando y en el poder y el fuego del Paráclito. Todos
habéis sido bendecidos con estas gracias, estas señales que he dejado en
vosotros y en los objetos religiosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario