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martes, 2 de mayo de 2017

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES
 

18 FEBRERO DE 2017


Nuestra Madre
Hijitos míos, vuestra Madre Inmaculada bajo la advocación de Nuestra Señora de la Preciosa Sangre me he hecho presente en este grupo formado y dirigido por nuestros Sagrados e Inmaculados Corazones.  
Besar el suelo para desagraviar y reparar el corazón de mi Divino Hijo y el corazón de vuestra Madre Inmaculada.
Volver a besar el suelo para obtener el perdón de vuestros pecados, para reparar los pecados de vuestros familiares y los del mundo entero.
Gracias os doy, una vez más, por haber acudido a nuestras llamadas. A este cenáculo lleno del amor del Dios Trino y de mi Inmaculado corazón.
A esta escuela de amor y misericordia, hijitos míos.
Reparar diariamente las lágrimas que brotan de mis ojos y la sangre que brota de mi Inmaculado Corazón traspasado por gruesas espinas que me clavan los pecados de los hombres.
¡Qué dolor, que angustia siente mi corazón al ver como los hombres no responden a nuestras llamadas ya sean en cenáculos o en el interior de sus almas!
Y mi Divino Hijo no cesa de salir, al igual que yo, al encuentro de todos nuestros hijos para hacerles entender y comprender que el camino que llevan, lejos de Dios, les llevan a la perdición eterna. Pero una gran mayoría no nos hacen caso, se burlan de nuestras llamadas y con ello nos rechazan viviendo cada vez más a su libre albedrío.
Rechazan el bien y acogen el mal y nuestros corazones se desgarran al ver a tantos y tantos hijos al borde del precipicio y a un número grande caer por él diariamente, hijos míos.
Orar mucho por los agonizantes para que en esos momentos por la gracia que les da mi Divino Hijo vean todos los errores, todo el desorden y todo el pecado que han cometido en sus vidas y reconozcan a mi Divino Hijo por Dios, por salvador y redentor y le pidan perdón de sus pecados y salven sus almas, hijos míos.
Pedir mucho por las almas del purgatorio para que sean aliviados sus sufrimientos, sus penas acortadas y tengan pronto salida del lugar de purificación.
Pedir mucho por la conversión de vuestros familiares y los pobres pecadores.
Pedir mucho por las almas consagradas que mi Iglesia está dividida y muchas de las almas consagradas no dan ejemplo a los fieles con sus vidas y quitan y ponen del Evangelio lo que ellos les viene en gana.
El tiempo está próximo, mi Divino Hijo viene, rodeado de ángeles al son de trompetas para inaugurar el reino de la paz y del amor en la tierra.
¡Ay, hijos míos, el tiempo de purificación ha llegado! Las tinieblas avanzan cada vez más, los sufrimientos aumentarán y todo se pondrá peor en la tierra. Pero no temer, los que estáis en mi Divino Hijo y en mi Inmaculado Corazón, nuestros Corazones Sagrados e Inmaculados os ayudarán en esta gran tribulación. Os darán fuerza y ayuda para salir triunfante de ella.
Si seguís todas nuestras enseñanzas que no son otras que el Evangelio, pero desmenuzado para que todos y todas, hijitos míos e hijitas mías, lo entendáis.
Regiros por los mandamientos.
Ser muy humildes que el que se humilla será ensalzado y puesto a la derecha de mi Divino Hijo.
Ser fieles a nuestra portavoz y serle obedientes.
La sangre que brota de mi Inmaculado Corazón al igual que la que traigo en el cáliz de mi Divino Hijo, en estos momentos, la derramo sobre todos vosotros y sobre todos los objetos religiosos y vuestras puertas, las puertas de vuestros hogares, son marcadas por el Ángel del Padre con la cruz de la sangre del Cordero que quita los pecados del mundo, hijos míos. Para que sean protegidas del maligno, de sus secuaces y de vuestros enemigos y en las bendiciones que voy a poner en los rosarios que habéis traído os damos todas las gracias, bendiciones y protecciones para estos tiempos de gran tribulación, de guerras, de persecuciones, para el castigo y tres días de tinieblas, hijos míos.
Levantar todos los rosarios.
En ellos, el Padre pone todas las gracias, protecciones y bendiciones que necesitáis para pasar la gran tribulación, para las enfermedades de cuerpo, por las epidemias que están viniendo y que están por venir, para aliviaros en la gran sequía, en las hambrunas, para protegeros en los tiempos de los grandes fríos, de los grandes calores, para el tiempo del Aviso, para todo lo que viene después del Aviso, para que no seáis seducidos por el Anticristo, para salir victoriosos en todos estos tiempos y en los tres días de tinieblas.
Ellos serán luz que alumbren vuestros hogares, vuestras almas y vuestros corazones en esos días, hijos míos. Y serán fuertes armas contra Satanás y sus secuaces y vuestros enemigos.
Ellos nos besados por el Padre, por mi divino Hijo y por el Paráclito y sellados en la Santísima Trinidad con estas gracias, protecciones y bendiciones y para todas las necesidades y peticiones que pidáis cuando recéis con estos rosarios, hijos míos.
En todos ellos, el Padre ha puesto todo lo que necesitáis cada uno en este tiempo desde ahora hasta terminar con los tres días de tinieblas, en los que el hombre, los justos pasen al reino de la paz, al reino del amor, al reino de los Sagrados e Inmaculados Corazones a los cielos nuevos y la tierra nueva que están por llegar, hijos míos.
El poder de Dios Padre desciende sobre todos los rosarios y objetos religiosos.
El poder, la misericordia de mi Divino Hijo, el Hijo del Dios vivo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad desciende sobre todos los rosarios y objetos religiosos.
El poder, la fuerza y el amor del Paráclito desciende sobre todos los rosarios y objetos religiosos quedando los objetos religiosos grandes gracias para los moribundos, las almas del purgatorio y para la conversión de los pobres pecadores, hijos míos.
Llevar la cruz con amor, con orgullo, que todos os quejáis de vuestras enfermedades y no sabéis que es una gracia que el Padre ha dado al hombre de llevar un trocito de la cruz que llevó mi Divino Hijo para purificar vuestras almas, para reparar nuestros corazones para salvar las almas de algunos de vuestros familiares y llevar a muchos de vuestros hermanos a la conversión, hijos míos.
Recordar que la enfermedad y el dolor no es una desgracia, es un don que el Padre os ha dado para uniros más a mi Divino Hijo para subiros a la cruz con Él y para asemejaros a vuestra Madre Inmaculada toda desgarrada y dolorida en la Pasión de mi Divino Hijo, que no morí por una gracia del Padre y sigo desgarrada y dolorida por la perversidad el hombre, hijos míos.
Orar y pedir por vuestros hermanos, los hombres. Y seguir caminando en las huellas ensangrentadas de mi Divino Hijo porque ello es vuestra salvación y llevar las pruebas y la cruz con amor porque mi Hijo llega la mayor parte de vuestras cruces, hijos míos.
La cruz es un don de amor, recordarlo, contra más os asemejéis a mi Divino Hijo, más gloria tendréis en el cielo.
El poder de Dios Padre, de Dios Hijo y del Paráclito, hijos míos e hijas mías desciende sobre vosotros. 

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