MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES
18 FEBRERO DE 2017
Nuestra Madre
Hijitos míos, vuestra Madre Inmaculada bajo la
advocación de Nuestra Señora de la Preciosa Sangre me he hecho presente en este
grupo formado y dirigido por nuestros Sagrados e Inmaculados Corazones.
Besar el suelo para desagraviar y reparar el corazón
de mi Divino Hijo y el corazón de vuestra Madre Inmaculada.
Volver a besar el suelo para obtener el perdón de
vuestros pecados, para reparar los pecados de vuestros familiares y los del
mundo entero.
Gracias os doy, una vez más, por haber acudido a
nuestras llamadas. A este cenáculo lleno del amor del Dios Trino y de mi
Inmaculado corazón.
A esta escuela de amor y misericordia, hijitos míos.
Reparar diariamente las lágrimas que brotan de mis
ojos y la sangre que brota de mi Inmaculado Corazón traspasado por gruesas
espinas que me clavan los pecados de los hombres.
¡Qué dolor, que angustia siente mi corazón al ver
como los hombres no responden a nuestras llamadas ya sean en cenáculos o en el
interior de sus almas!
Y mi Divino Hijo no cesa de salir, al igual que yo,
al encuentro de todos nuestros hijos para hacerles entender y comprender que el
camino que llevan, lejos de Dios, les llevan a la perdición eterna. Pero una
gran mayoría no nos hacen caso, se burlan de nuestras llamadas y con ello nos
rechazan viviendo cada vez más a su libre albedrío.
Rechazan el bien y acogen el mal y nuestros corazones
se desgarran al ver a tantos y tantos hijos al borde del precipicio y a un
número grande caer por él diariamente, hijos míos.
Orar mucho por los agonizantes para que en esos
momentos por la gracia que les da mi Divino Hijo vean todos los errores, todo
el desorden y todo el pecado que han cometido en sus vidas y reconozcan a mi
Divino Hijo por Dios, por salvador y redentor y le pidan perdón de sus pecados
y salven sus almas, hijos míos.
Pedir mucho por las almas del purgatorio para que
sean aliviados sus sufrimientos, sus penas acortadas y tengan pronto salida del
lugar de purificación.
Pedir mucho por la conversión de vuestros familiares
y los pobres pecadores.
Pedir mucho por las almas consagradas que mi Iglesia
está dividida y muchas de las almas consagradas no dan ejemplo a los fieles con
sus vidas y quitan y ponen del Evangelio lo que ellos les viene en gana.
El tiempo está próximo, mi Divino Hijo viene, rodeado
de ángeles al son de trompetas para inaugurar el reino de la paz y del amor en
la tierra.
¡Ay, hijos míos, el tiempo de purificación ha
llegado! Las tinieblas avanzan cada vez más, los sufrimientos aumentarán y todo
se pondrá peor en la tierra. Pero no temer, los que estáis en mi Divino Hijo y
en mi Inmaculado Corazón, nuestros Corazones Sagrados e Inmaculados os ayudarán
en esta gran tribulación. Os darán fuerza y ayuda para salir triunfante de
ella.
Si seguís todas nuestras enseñanzas que no son otras
que el Evangelio, pero desmenuzado para que todos y todas, hijitos míos e
hijitas mías, lo entendáis.
Regiros por los mandamientos.
Ser muy humildes que el que se humilla será ensalzado
y puesto a la derecha de mi Divino Hijo.
Ser fieles a nuestra portavoz y serle obedientes.
La sangre que brota de mi Inmaculado Corazón al igual
que la que traigo en el cáliz de mi Divino Hijo, en estos momentos, la derramo
sobre todos vosotros y sobre todos los objetos religiosos y vuestras puertas,
las puertas de vuestros hogares, son marcadas por el Ángel del Padre con la
cruz de la sangre del Cordero que quita los pecados del mundo, hijos míos. Para
que sean protegidas del maligno, de sus secuaces y de vuestros enemigos y en
las bendiciones que voy a poner en los rosarios que habéis traído os damos
todas las gracias, bendiciones y protecciones para estos tiempos de gran
tribulación, de guerras, de persecuciones, para el castigo y tres días de
tinieblas, hijos míos.
Levantar todos los rosarios.
En ellos, el Padre pone todas las gracias,
protecciones y bendiciones que necesitáis para pasar la gran tribulación, para
las enfermedades de cuerpo, por las epidemias que están viniendo y que están
por venir, para aliviaros en la gran sequía, en las hambrunas, para protegeros
en los tiempos de los grandes fríos, de los grandes calores, para el tiempo del
Aviso, para todo lo que viene después del Aviso, para que no seáis seducidos
por el Anticristo, para salir victoriosos en todos estos tiempos y en los tres
días de tinieblas.
Ellos serán luz que alumbren vuestros hogares,
vuestras almas y vuestros corazones en esos días, hijos míos. Y serán fuertes
armas contra Satanás y sus secuaces y vuestros enemigos.
Ellos nos besados por el Padre, por mi divino Hijo y
por el Paráclito y sellados en la Santísima Trinidad con estas gracias,
protecciones y bendiciones y para todas las necesidades y peticiones que pidáis
cuando recéis con estos rosarios, hijos míos.
En todos ellos, el Padre ha puesto todo lo que
necesitáis cada uno en este tiempo desde ahora hasta terminar con los tres días
de tinieblas, en los que el hombre, los justos pasen al reino de la paz, al
reino del amor, al reino de los Sagrados e Inmaculados Corazones a los cielos
nuevos y la tierra nueva que están por llegar, hijos míos.
El poder de Dios Padre desciende sobre todos los
rosarios y objetos religiosos.
El poder, la misericordia de mi Divino Hijo, el Hijo
del Dios vivo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad desciende sobre
todos los rosarios y objetos religiosos.
El poder, la fuerza y el amor del Paráclito desciende
sobre todos los rosarios y objetos religiosos quedando los objetos religiosos
grandes gracias para los moribundos, las almas del purgatorio y para la
conversión de los pobres pecadores, hijos míos.
Llevar la cruz con amor, con orgullo, que todos os
quejáis de vuestras enfermedades y no sabéis que es una gracia que el Padre ha
dado al hombre de llevar un trocito de la cruz que llevó mi Divino Hijo para
purificar vuestras almas, para reparar nuestros corazones para salvar las almas
de algunos de vuestros familiares y llevar a muchos de vuestros hermanos a la
conversión, hijos míos.
Recordar que la enfermedad y el dolor no es una
desgracia, es un don que el Padre os ha dado para uniros más a mi Divino Hijo
para subiros a la cruz con Él y para asemejaros a vuestra Madre Inmaculada toda
desgarrada y dolorida en la Pasión de mi Divino Hijo, que no morí por una
gracia del Padre y sigo desgarrada y dolorida por la perversidad el hombre,
hijos míos.
Orar y pedir por vuestros hermanos, los hombres. Y
seguir caminando en las huellas ensangrentadas de mi Divino Hijo porque ello es
vuestra salvación y llevar las pruebas y la cruz con amor porque mi Hijo llega
la mayor parte de vuestras cruces, hijos míos.
La cruz es un don de amor, recordarlo, contra más os
asemejéis a mi Divino Hijo, más gloria tendréis en el cielo.
El poder de Dios Padre, de Dios Hijo y del Paráclito,
hijos míos e hijas mías desciende sobre vosotros.
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