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martes, 2 de mayo de 2017

MENSAJE PARA EL GRUPO DE ORACIÓN 
SAGRADOS E INMACULADOS CORAZONES
 

13 ENERO DE 2017



Jesús
¿Cuántos de vosotros habéis pedido en esta tarde-noche que prendiera fuego a vuestros corazones?
Tenéis que estar más atentos a mis palabras.
Quiero prender fuego en todos los corazones de la tierra. El fuego de mi amor.
Pero tenéis que pedírmelo. Tenéis que estar más atentos a mis palabras. Tenéis que grabarlas en vuestro corazón.
Mi corazón, en esta noche, ha prendido fuego en los corazones de todos los presentes, pero tenéis que pedir para recibir. Que soy un Padre atento a las súplicas y peticiones de mis hijos, que me llamáis y corro apresurado a ver lo que queréis de Mí.
Y mi corazón se derrite de amor, misericordia y alegría, cuando un alma me necesita y acude a Mí, como un Padre bueno acude a las súplicas de sus hijos. 
¡Ay, si todos mis hijos vinieran y mi pidieran, haría de este mundo un vergel lleno de amor y de paz!
Pero el hombre se ha olvidado de su Dios y camina a su libre albedrío. Como también algunas veces, vosotros os olvidáis de Mí.
El hombre que se basta él mismo, que no me necesita, que él es suficiente y si no acepta las gracias su Jesús, que como un mendigo salgo a los caminos de los hombres, al atardecer de la vida se darán cuenta del desprecio que me han ocasionado, del rechazo y del desamor a su Dios.
Y para muchos ya será inútil.
¿Que no daría Yo? Y, ¿qué no doy Yo por mis hijos? Más ya no puedo hacer.
Fijaos lo que os digo, volvería otra vez a la tierra, a ser crucificado y a derramar mi sangre si todos los hombres volvieran a Mí.
No me importaría dar otra vez la vida por mis hijos.
Orar mucho por la conversión de todos vuestros hermanos, no ser egoístas y no solo pedir por vuestras familias.
¡Ay, si supierais, pero no os voy a decir, pediríais más por la conversión de los pobres pecadores!
Por al igual que os duele la perdición de un hijo, de una madre, de un padre, que es sangre de vuestra sangre, así os tenía que doler también la perdición de un alma que no fuera de vuestra familia de sangre.
¿Cuánto tiempo lleváis con la hora santa, hijos míos?
Y en ella, he sentido tanto alivio, tanto consuelo, tanto amor, tanta reparación y cuántas gracias no he derramado y seguiré derramando a través de ella.
Os tenéis que preocupar más de las cosas del cielo, de lo que os dice vuestro Jesús o mi Madre y vuestra.
Que no de las cosas terrenales. De las cosas del mundo, tenéis que, hijos míos, ir desprendiéndoos de ellas.
Gracias os doy, un mes más, por reuniros con vuestro Jesús en el huerto de Getsemaní y velar una hora con vuestro Jesús.
Gracias, hijos, por el amor y la reparación que recibo de todos vosotros.
Os bendigo con gracias, protecciones y bendiciones muy especiales para vuestra salvación, la de vuestros familiares y la de los pobres pecadores.
En el poder y el amor de Dios Padre.
En el poder y el amor, de quien os está esta noche hablando, Dios Hijo.
Y en el poder y el amor de Dios Espíritu Santo quedad en mi paz y en mi amor. En esta paz y amor que he puesto en vuestros corazones. 

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